LA ESCRITURA ES EL CUERPO QUE NO OLVIDA.

 



*Obra de Walkala. Luis Alfredo Duarte Herrera (1958-2010).

-En Aurora Boreal. Walkala: un homenaje in memoriam

http://www.auroraboreal.net/index.php?option=com_content&view=article&id=1367%3Awalkala&catid=94%3Apintura&Itemid=160

 

 

 




 

 

*


 

Una hendidura en la pared

es una grieta en la realidad que nos deja

librados a otro universo.

 

¿Desde dónde llegan las voces,

los cuerpos que contienen, la memoria?

 

Cada imagen es tan poderosa

como todo lo vivido.

 

Una grieta en la pared

trae su luz y su sombra imposibles.

¿Quién recuerda lo que se fue

como si aún fuera de este mundo?

 

 

*De Valeria Cervero. valecervero@hotmail.com

-De Seres pequeños, Hemisferio Derecho, 2018

 

 

 

 

 

 

 

LA ESCRITURA ES EL CUERPO QUE NO OLVIDA.

-Poesía de Valeria Cervero.

 

 

 




 

*

 

-Poemas de Sin órbitas, El Ojo del Mármol, 2016

 

 

 

una parte de este mundo protege su pausa

una pausa indefinida, sin brillo

sin grandes promesas de amansadores

 

¿querés partir?

¿querés quitar los anzuelos?

¿querés devolver el golpe?

 

cada espera es la nota de muchos

en el silencio

la casa de años, su seña

tardes de tilos en otra infancia

 

una parte de este mundo protege su pausa

mientras la sombra miente

márgenes sin viento

 

¿querés llegar?

¿querés retornar descalza?

¿querés más acá nombrarlo?

 

sin repetirnos volvemos a sernos

tal vez abajo

 

los restos de un cuerpo, la nada de un cuerpo

en la marea

que despedaza y contiene a la vez

 

 

 

 

 

*

 

 

 

A Tani, a Macky

 

 

Podría ser la última tarde aquí

o tal vez el tiempo se detenga sin pedir permiso.

El cielo es allá afuera, casi árido,

y esta casa se esfuerza en su tarea de abrigar,

de sostener lo suyo.

Las risas de los hijos quiebran

el volumen que permite entender las voces;

la mirada llega sola a cada personaje

y la historia es la misma y otra a la vez.

In the mood for love*: insiste

la palabra a través de la muerte.

La música multiplica el instante

y casi invita a olvidar cada tono.

Pero el secreto es un hoyo

pequeño en un muro que brota.

 

 

(*) Título en inglés de la película hongkonesa Fa yeung nin wa (2000), escrita y dirigida por Wong Kar-wai y conocida en español como Deseando amar o Con ánimo de amar.

 

 

 

 

 

*

 

 

Cómo saber si me sostiene o si sólo

lo creo, por conveniencia o error,

por evitar la duda. Todos los tamaños

de una pregunta terminan

por coincidir en el tono que más tememos.

La distancia talla el espacio

hacia cada lado de lo que fuimos y aún

puedo ver un cuerpo de claridad.

Como el sonido del tren a dieciséis pisos de altura

en la madrugada. Cuando casi dormimos

y confirmamos el amor en su raíz de fe.

 

 

 

 

 

 

*

 


-Poemas de Seres pequeños, Hemisferio Derecho, 2018.

 

 

 

Encontrar una marca

que permita decir la ausencia,

la voz, el cuerpo, el abrazo que ya

no son. Como si todo

un mundo no se cerrase

sin cada gesto.

Como si la muerte alguna vez nos cobijara.

 

 

 

 

*

 

 

La pared fue una puerta que no conocimos

y ahora vuelve a serlo.

Entrar es entrar a un nuevo lugar, nuevos lugares,

parecidos pero no los mismos.

 

La casa respira de otra manera, dicen.

O es nuestro aire el que circula distinto.

Habitamos la que ya no es

y sólo queda en los recuerdos de los cuatro o en los días

de fotos que alguna vez veremos.

 

¿Cuál es la casa, entonces?

Mamá tampoco está para contarme.

 

 

 



 

*

 

-Poemas de Ctalamochita, Buenos Aires, 2020.

 

 

 

21.

 

La escritura viene y va. Nos moja y deja en el silencio que nos escribe. Un silencio más acá de los árboles y las gotas de lluvia. Un silencio que pone afuera cada sonido del mundo.

 

 

22.

 

El olor a tierra húmeda se adueña del jardín y trae otras tormentas. Otros veranos en que todo podía perderse bajo el agua, hasta que dejara de ser el tiempo que promete. ¿Quién nos librará de lo que moja y vuelve?

 

 

28.

 

El poema se escribe a orillas del río. Cada palabra es una piedra mojada que produce sus propias ondas, sus propios recovecos.

 

 

31.

 

El agua es más fría cuando se la presiente. Si dejás que llegue al cuerpo pronto, regala su tibieza y parece acunarte.

Las chicas en el agua son sirenas perdidas. Cantan y gritan sólo para ellas mismas. Para alterar el río. Para hacerlo más bello y más joven.

 

 

34.

 

No es la piedra de Watanabe, pero también recuerda otras resistencias. En medio del río, nos ofrece un descanso y lo aceptamos sin recelo. Piedras más pequeñas la rodean como si fuera una reina en el agua. Sus superficies son pura dureza que seduce.

 

 

 

35.

 

La piedra también cuenta. Guarda la historia de medio milenio atrás. La piedra es la historia. Morteros de familias o alero del chamán. El paisaje es la casa que perdura.

 

 

38.

 

El cuerpo humano tiene su propia memoria. Hecha de dolores, deseos y debilidades. El cuerpo de un árbol recuerda las tormentas y las sequías, la escasez y la abundancia. Todos los cuerpos tienen sus huellas. La escritura es el cuerpo que no olvida.

 

 

 

44.

 

Agua y piedra pueden ser la combinación perfecta. El alma del río está guardada allí, entre las dos. Donde el sonido de una sobre otra invade todo y se lleva las voces de quienes amamos.

 

 

 

 

 

 

*

 

-Poemas de Agujeros en la superficie, Kintsugi, 2021.

 

 

 

Si fuéramos agujeros en la superficie,

lugares para entrar hacia el sonido

de la campana o de las alas de los insectos,

si guardáramos el borde de cada día,

esa canción que se repite

del otro lado de la ventana

y acerca a las niñas que creíamos ser,

tal vez no volveríamos a otro recuerdo

que no fuera lo que ardía antes

de la primera partida,

de la primera voz sin recovecos.

Ella dijo: “¿Cómo te despides de alguien

si no sabes por qué se fue?”.

La búsqueda sigue siendo ese arco

de nueva resurrección.

 

 

 

 

 

*

 

Siempre hay un trueno que arrebata

la línea de las preguntas en medio de la nave.

El refugio se vuelve ladera, malestar, casi un reto

frente a la noche y la saga de grillos,

luciérnagas, cascarudos, bichos sin nombre.

Una secuencia de tilos y álamos para servir

a la brisa que anuncia nuestra breve

espera de cantos sin voces,

de melodías en sostenido silencio.

 

El rayo de oscuridad no siempre ensombrece,

a veces deslumbra frente al catequismo de idiotas,

la comodidad de quienes saben los pasos

de cada baile, de cada recorrido sin lunas.

En la mitad del árbol crece un secreto,

también el corazón del cuerpo que estamos por leer.

 

 

 

 

 

*

 

 

Tal vez lo que quede simplemente sea el hueso,

el que hizo de sostén todo este tiempo,

antes y después de la caída,

de la aparición en medio de la tarde

–como una maravilla

de puro olor a jazmines–,

el hueso, en medio de un cielo

que no es cielo ni arte.

¿Porque cuántas vidas abarca una vida?

¿Cuánto amor puede guardar un cuerpo?

Pero el hueso sigue ahí,

en la espera, en la dicha,

en el borde de tanto,

como el ojo del tigre en la espesura

o un destello infinito

en el desierto.

 

 

 

 

 

-Valeria Cervero nació en Buenos Aires en 1972.

Publicó cadencias (edición de autora, 2011); el libro-álbum escondidas 

(Ediciones del Eclipse, 2013), en coautoría con la ilustradora Vivi Chaves; 

equilibristas (Colectivo Semilla, 2014); Sin órbitas (El Ojo del Mármol, 2016); 

madrecitas (Barnacle, 2017); Seres pequeños (Hemisferio Derecho, 2018); 

Sibilejo (Editorial Maravilla, 2018) y Ctalamochita (Barnacle, 2020). 

Compiló la antología de poesía para las infancias Poeplas.

 -Recientemente publicó Agujeros en la superficie, Kintsugi, 2021.


 

 

 

 

Inventren

https://inventren.blogspot.com.ar/

 

 

 

 

 

Manos*

 

 

Se miró una vez más las manos. Lo hacía constantemente en los últimos días. Desde lo del tren, las sentía como algo ajeno, algo que en realidad no formaba parte de él pero que estaba ahí, como una especie de entidad parasitaria, un virus que amenazase con propagarse de forma fulminante al resto de su cuerpo, pero que, en cualquier caso, no podía ser exterminado ni aislado. Sólo quedaba entonces una especie de resignada desconfianza y ese gesto ya casi mecánico de contemplar con insistencia sus propias manos como si en realidad fuesen las de un desconocido, y hubiese que estar atento para saber qué hacía con ellas.

No puede negarse que, después de lo ocurrido, las manos habían vuelto a comportarse normalmente, sin apartarse un ápice de su rol establecido. Igual que antes de ese frío día del carbón y los muchachos corriendo, sus manos tocaban, aplaudían, acariciaban, sujetaban, escribían cartas y palmeaban espaldas como siempre habían hecho.

Pero ese día, cuando sus ojos vieron venir a los chicos corriendo (eran rostros de frío, eran cuerpos de hambre, eran manos heridas de miseria, eran piernas enfermas de injusticia, eran ojos de muertos que caminaban, de muertos que corrían en busca de una pequeña brizna de esperanza, encerrada esta vez en ese negro carbón que viajaba silencioso por las vías) las manos obedecieron órdenes que su cerebro no había pronunciado. Con implacable lentitud montaron el arma, apuntaron, hicieron fuego. Cuando el chico cayó al suelo, no hubo remordimiento. No podía haberlo. Él no había hecho nada. Fueron las malditas manos, como gobernadas por alguien que de repente hubiera asumido el control, quienes hicieron todo eso de forma tan eficiente como rutinaria. Por eso ahora se mira tenazmente las manos, como tratando de descubrir algo que sabe imposible. Por eso casi no duerme, temiendo que alguna de estas noches las manos vuelvan a actuar por su cuenta, temiendo que esas manos de otro se deslicen furtivamente por su pecho y sigan subiendo, con infinito sigilo sigan subiendo hasta cerrarse blandamente en torno a su cuello, privándole poco a poco del aire y haciendo que el sueño se transforme en otra cosa aún más nebulosa, quizá un territorio de trenes y muchachos famélicos con ojos de hambre antiguo buscando un poco de carbón para calentarse en ese otro lado del que no se regresa.

 

 

*De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com

 

 

 

 

 

-Próxima estación.

 

En el recorrido del tren literario por el Ferrocarril Provincial:

 

 

CARLOS BEGUERIE. 

 

 

FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.

 

ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.  

 

LOMA VERDE.    ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.

 

GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.

 

GOBERNADOR OBLIGADO.

 

ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.  

 

 D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.

 

ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.   LISANDRO OLMOS.

 

 INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA. 

 

GOBERNADOR GARCIA.

 

LA PLATA.

 

 

 

 

*

 

-Siguiente estación

En el recorrido del tren literario por el Ferrocarril Midland:

 

 

KM. 38.  

 

 

MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.   LIBERTAD.

 

MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.    ISIDRO CASANOVA. 

 

JUSTO VILLEGAS.    JOSÉ INGENIEROS.  

 

MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.   ALDO BONZI.   KM 12.

 

LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.  VILLA FIORITO.

 

 VILLA CARAZA.    VILLA DIAMANTE.  PUENTE ALSINA. 

 

INTERCAMBIO MIDLAND.

 

 

 

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-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.

 

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