LA ESCRITURA ES EL CUERPO QUE NO OLVIDA.
*Obra de
Walkala. Luis Alfredo Duarte Herrera
(1958-2010).
-En Aurora Boreal. Walkala: un homenaje in memoriam
*
Una hendidura en la
pared
es una grieta en la realidad que nos deja
librados a otro universo.
¿Desde dónde llegan las voces,
los cuerpos que contienen, la memoria?
Cada imagen es tan poderosa
como todo lo vivido.
Una grieta en la pared
trae su luz y su sombra imposibles.
¿Quién recuerda lo que se fue
como si aún fuera de este mundo?
*De Valeria
Cervero. valecervero@hotmail.com
-De Seres pequeños, Hemisferio Derecho,
2018
LA ESCRITURA ES EL CUERPO QUE NO OLVIDA.
-Poesía de
Valeria Cervero.
*
-Poemas de Sin órbitas, El Ojo del Mármol, 2016
una parte de este
mundo protege su pausa
una pausa indefinida, sin brillo
sin grandes promesas de amansadores
¿querés partir?
¿querés quitar los anzuelos?
¿querés devolver el golpe?
cada espera es la nota de muchos
en el silencio
la casa de años, su seña
tardes de tilos en otra infancia
una parte de este mundo protege su pausa
mientras la sombra miente
márgenes sin viento
¿querés llegar?
¿querés retornar descalza?
¿querés más acá nombrarlo?
sin repetirnos volvemos a sernos
tal vez abajo
los restos de un cuerpo, la nada de un
cuerpo
en la marea
que despedaza y contiene a la vez
*
A Tani, a Macky
Podría ser la última
tarde aquí
o tal vez el tiempo se detenga sin pedir
permiso.
El cielo es allá afuera, casi árido,
y esta casa se esfuerza en su tarea de
abrigar,
de sostener lo suyo.
Las risas de los hijos quiebran
el volumen que permite entender las voces;
la mirada llega sola a cada personaje
y la historia es la misma y otra a la vez.
In the mood for love*: insiste
la palabra a través de la muerte.
La música multiplica el instante
y casi invita a olvidar cada tono.
Pero el secreto es un hoyo
pequeño en un muro que brota.
(*) Título en inglés de la película
hongkonesa Fa yeung nin wa (2000),
escrita y dirigida por Wong Kar-wai y conocida en español como Deseando amar o Con ánimo de amar.
*
Cómo saber si me
sostiene o si sólo
lo creo, por conveniencia o error,
por evitar la duda. Todos los tamaños
de una pregunta terminan
por coincidir en el tono que más tememos.
La distancia talla el espacio
hacia cada lado de lo que fuimos y aún
puedo ver un cuerpo de claridad.
Como el sonido del tren a dieciséis pisos
de altura
en la madrugada. Cuando casi dormimos
y confirmamos el amor en su raíz de fe.
*
-Poemas de Seres pequeños, Hemisferio Derecho,
2018.
Encontrar una marca
que permita decir la ausencia,
la voz, el cuerpo, el abrazo que ya
no son. Como si todo
un mundo no se cerrase
sin cada gesto.
Como si la muerte alguna vez nos cobijara.
*
La pared fue una
puerta que no conocimos
y ahora vuelve a serlo.
Entrar es entrar a un nuevo lugar, nuevos
lugares,
parecidos pero no los mismos.
La casa respira de otra manera, dicen.
O es nuestro aire el que circula distinto.
Habitamos la que ya no es
y sólo queda en los recuerdos de los cuatro
o en los días
de fotos que alguna vez veremos.
¿Cuál es la casa, entonces?
Mamá tampoco está para contarme.
*
-Poemas de Ctalamochita, Buenos Aires, 2020.
21.
La escritura viene y va. Nos moja y deja en
el silencio que nos escribe. Un silencio más acá de los árboles y las gotas de
lluvia. Un silencio que pone afuera cada sonido del mundo.
22.
El olor a tierra húmeda se adueña del
jardín y trae otras tormentas. Otros veranos en que todo podía perderse bajo el
agua, hasta que dejara de ser el tiempo que promete. ¿Quién nos librará de lo
que moja y vuelve?
28.
El poema se escribe a orillas del río. Cada
palabra es una piedra mojada que produce sus propias ondas, sus propios
recovecos.
31.
El agua es más fría cuando se la presiente.
Si dejás que llegue al cuerpo pronto, regala su tibieza y parece acunarte.
Las chicas en el agua son sirenas perdidas.
Cantan y gritan sólo para ellas mismas. Para alterar el río. Para hacerlo más
bello y más joven.
34.
No es la piedra de Watanabe, pero también
recuerda otras resistencias. En medio del río, nos ofrece un descanso y lo
aceptamos sin recelo. Piedras más pequeñas la rodean como si fuera una reina en
el agua. Sus superficies son pura dureza que seduce.
35.
La piedra también cuenta. Guarda la
historia de medio milenio atrás. La piedra es la historia. Morteros de familias
o alero del chamán. El paisaje es la casa que perdura.
38.
El cuerpo humano tiene su propia memoria.
Hecha de dolores, deseos y debilidades. El cuerpo de un árbol recuerda las
tormentas y las sequías, la escasez y la abundancia. Todos los cuerpos tienen
sus huellas. La escritura es el cuerpo que no olvida.
44.
Agua y piedra pueden ser la combinación
perfecta. El alma del río está guardada allí, entre las dos. Donde el sonido de
una sobre otra invade todo y se lleva las voces de quienes amamos.
*
-Poemas de Agujeros en la superficie, Kintsugi,
2021.
Si fuéramos agujeros
en la superficie,
lugares para entrar hacia el sonido
de la campana o de las alas de los
insectos,
si guardáramos el borde de cada día,
esa canción que se repite
del otro lado de la ventana
y acerca a las niñas que creíamos ser,
tal vez no volveríamos a otro recuerdo
que no fuera lo que ardía antes
de la primera partida,
de la primera voz sin recovecos.
Ella dijo: “¿Cómo te despides de alguien
si no sabes por qué se fue?”.
La búsqueda sigue siendo ese arco
de nueva resurrección.
*
Siempre hay un trueno que arrebata
la línea de las preguntas en medio de la
nave.
El refugio se vuelve ladera, malestar, casi
un reto
frente a la noche y la saga de grillos,
luciérnagas, cascarudos, bichos sin nombre.
Una secuencia de tilos y álamos para servir
a la brisa que anuncia nuestra breve
espera de cantos sin voces,
de melodías en sostenido silencio.
El rayo de oscuridad no siempre ensombrece,
a veces deslumbra frente al catequismo de
idiotas,
la comodidad de quienes saben los pasos
de cada baile, de cada recorrido sin lunas.
En la mitad del árbol crece un secreto,
también el corazón del cuerpo que estamos
por leer.
*
Tal vez lo que quede
simplemente sea el hueso,
el que hizo de sostén todo este tiempo,
antes y después de la caída,
de la aparición en medio de la tarde
–como una maravilla
de puro olor a jazmines–,
el hueso, en medio de un cielo
que no es cielo ni arte.
¿Porque cuántas vidas abarca una vida?
¿Cuánto amor puede guardar un cuerpo?
Pero el hueso sigue ahí,
en la espera, en la dicha,
en el borde de tanto,
como el ojo del tigre en la espesura
o un destello infinito
en el desierto.
-Valeria Cervero nació en Buenos Aires en 1972.
Publicó cadencias (edición de autora, 2011); el libro-álbum escondidas
(Ediciones del Eclipse, 2013), en coautoría con la ilustradora Vivi Chaves;
equilibristas (Colectivo Semilla, 2014); Sin órbitas (El Ojo del Mármol, 2016);
madrecitas (Barnacle, 2017); Seres pequeños (Hemisferio Derecho, 2018);
Sibilejo (Editorial Maravilla, 2018) y Ctalamochita (Barnacle, 2020).
Compiló la antología de poesía para las infancias Poeplas.
Inventren
https://inventren.blogspot.com.ar/
Manos*
Se miró una vez más las manos. Lo hacía
constantemente en los últimos días. Desde lo del tren, las sentía como algo
ajeno, algo que en realidad no formaba parte de él pero que estaba ahí, como
una especie de entidad parasitaria, un virus que amenazase con propagarse de
forma fulminante al resto de su cuerpo, pero que, en cualquier caso, no podía
ser exterminado ni aislado. Sólo quedaba entonces una especie de resignada
desconfianza y ese gesto ya casi mecánico de contemplar con insistencia sus
propias manos como si en realidad fuesen las de un desconocido, y hubiese que
estar atento para saber qué hacía con ellas.
No puede negarse que, después de lo
ocurrido, las manos habían vuelto a comportarse normalmente, sin apartarse un
ápice de su rol establecido. Igual que antes de ese frío día del carbón y los
muchachos corriendo, sus manos tocaban, aplaudían, acariciaban, sujetaban,
escribían cartas y palmeaban espaldas como siempre habían hecho.
Pero ese día, cuando sus ojos vieron venir
a los chicos corriendo (eran rostros de frío, eran cuerpos de hambre, eran
manos heridas de miseria, eran piernas enfermas de injusticia, eran ojos de
muertos que caminaban, de muertos que corrían en busca de una pequeña brizna de
esperanza, encerrada esta vez en ese negro carbón que viajaba silencioso por
las vías) las manos obedecieron órdenes que su cerebro no había pronunciado.
Con implacable lentitud montaron el arma, apuntaron, hicieron fuego. Cuando el
chico cayó al suelo, no hubo remordimiento. No podía haberlo. Él no había hecho
nada. Fueron las malditas manos, como gobernadas por alguien que de repente
hubiera asumido el control, quienes hicieron todo eso de forma tan eficiente
como rutinaria. Por eso ahora se mira tenazmente las manos, como tratando de
descubrir algo que sabe imposible. Por eso casi no duerme, temiendo que alguna
de estas noches las manos vuelvan a actuar por su cuenta, temiendo que esas
manos de otro se deslicen furtivamente por su pecho y sigan subiendo, con
infinito sigilo sigan subiendo hasta cerrarse blandamente en torno a su cuello,
privándole poco a poco del aire y haciendo que el sueño se transforme en otra
cosa aún más nebulosa, quizá un territorio de trenes y muchachos famélicos con
ojos de hambre antiguo buscando un poco de carbón para calentarse en ese otro
lado del que no se regresa.
*De Sergio
Borao Llop. sbllop@gmail.com
-Próxima estación.
En el recorrido del tren literario por el Ferrocarril
Provincial:
CARLOS BEGUERIE.
FUNKE. LOS EUCALIPTOS. FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN
GOYENECHE. GOBERNADOR UDAONDO.
LOMA VERDE. ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.
GOBERNADOR DE SAN JUAN
RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN
DOYHENARD. ESTACIÓN GÓMEZ DE LA
VEGA.
D. SÁEZ.
J. R. MORENO. EMPALME
ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL
ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS.
INGENIERO VILLANUEVA. ARANA.
GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
*
-Siguiente estación
En el recorrido del
tren literario por el Ferrocarril Midland:
KM.
38.
MARINOS DEL CRUCERO GENERAL
BELGRANO. LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ. RAFAEL CASTILLO. ISIDRO CASANOVA.
JUSTO VILLEGAS. JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE
MENDEVILLE. ALDO BONZI. KM 12.
LA SALADA. INGENIERO BUDGE. VILLA FIORITO.
VILLA CARAZA. VILLA DIAMANTE. PUENTE ALSINA.
INTERCAMBIO MIDLAND.
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Exquisita selección!
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