PEDACITOS DE SUEÑOS.
*Obra: “soñando
buenos vecinos” de Noelia Paula
Barboza.
@letogriega2024
la escribiente
*
Ella me muestra
galerías
bajo el árbol inmenso que da sombra.
Hilos de luz,
suaves helechos,
lazos de amor de lánguidas hojitas,
esas plantas
de sustancia generosa
crecen en la penumbra.
La imagino de pie
en la frescura
mientras riega y piensa poemas
y se encierra a escribir
y su ventana
le enseña de lo oscuro y su silencio.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
-poema de su libro Patio. (elandamio ediciones, 2024)
-Mariana
nació en General Belgrano, provincia de Buenos Aires, en 1971. Actualmente
vive en City Bell.
Publicó: Cuadernos de la breve ceguera (La Magdalena, 2014)
Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú,
2015)
La hija del pescador (La Magdalena, 2016)
Piedras de colores (Proyecto Hybris, 2018)
El orden del agua (GPU Ediciones ,2019)
Madura (Sudestada, 2021)
Quiero sacar la cabeza
por la ventanilla de tu coche (Halley Ediciones, 2023)
Patio (elandamio ediciones, 2024)
Poesía reunida (Medusa editores, 2024)
Trinchera (Sudestada, 2025)
Hermosa*
Contra la gris dureza
de las paredes, la rosa.
Entre el incesante
degradé de verde, sola,
Contra el infinito
cielo azul que la rodea
Como un pinchazo
bermellón, la rosa.
Insoslayable, como un
vestigio de tragedia
que la muerte se ha
dejado olvidada.
Lujosa en su simpleza
predecible
Como el ajeno desgarro
de una pasión.
*De Horacio
Rodio. horaciorodio@hotmail.com
-Horacio
nació en Llavallol, en 1954. Realizó talleres con Laura Massolo y Liliana Díaz
Mindurry. Obtuvo más de cien premios nacionales e internacionales en cuento,
poesía y novela, con publicaciones en Argentina, España, Colombia y Chile. Es
autor de los libros de cuentos Palabras
de piedra (Baobab, 1999), Media baja
(Dunken, 2012) y La insistencia de la
desdicha (Ruinas Circulares, 2018), y de los poemarios El cinturón de Orión (primer premio del 15° Concurso “Adolfo Bioy
Casares”, Ediciones Municipalidad de Las Flores, 2022) y El libro de Hopper (Pierre Turcotte Éditeur, Canadá, 2023). Ese
mismo año, el sello español Avant Editorial publicó su novela Ausencia y error. -En el 2024 publicó
su libro de cuentos La oscuridad de los
hechos. -Editorial Esa luna tiene agua.
VIEJO ARTE
NUEVO*
Desde siempre los hombres hemos debido
luchar para sobrevivir. Hemos construido viviendas, realizado herramientas,
trabajado en el sudor del día. Ocupados
y agobiados, urgidos por las necesidades cotidianas, sin embargo hemos,
siempre, desde siempre, hallado la forma para apartar los minutos o las horas para
lo accesorio y quizás fundamental. Para crear lo bello.
La belleza, esa necesidad humana, que
aparece encarnada en una figurilla de marfil enterrada bajo siglos de greda, en
un bisonte rojo confundido con la roca de las cavernas frías, esa belleza que mantiene
al artesano ornamentando, al pintor dubitativo frente a dos tonos con tal sutil
diferencia, que se dirían iguales. Esa belleza buscada, perseguida, tomada de
la falda para que no huya.
La belleza porque sí, la belleza que no es
utilitaria, la fina línea grabada hace milenios en el arco para la caza, los
colores que no añaden calor al tejido, pero sí la hermosa sensación de portar
algo único. Bello.
La belleza en el palacio dorado a la hoja,
en la catedral esculpida en mármol, en la inextricable mezquita. La belleza
sobre un muro desgastado, agrietado, sobre el pobre muro de una casita pequeña
junto a la vía del tren.
Sorprende al caminante la mariposa, la
acaso sirena con alas, la mujercita etérea hecha en relieve, bajo relieve,
pintada y construida, esa sirena mariposa, esa mujer de la Belle Epoque de
líneas onduladas que alguien hizo para si y porque le gustó en el porche de la
casa. Art Nouveau se llamó al estilo que compuso mujeres elegantes de brazos
vegetales, esta figura es un arte nuevo y viejo, armada con despojos, deseo y
presencia, voluntad y anhelo. Con la memoria de lo que hubo y la escasez de lo
que hay.
Casa pobre, de paredes despintadas; la
sirena marcada con un surco hasta el ladrillo en el revoque, un brazo añadido,
quizás de un maniquí, que se desprende del plano, apliques de espejos rotos
ornamentando el tocado, y como sombrero una lámpara armada con viejos caireles
de colores. Pintura basta. Materiales desechados y vueltos a la vida.
Una figura única que descubrimos
transitando uno de esos lugares por donde no suelen darse los paseos.
Esta sirena mariposa alumbra el porche,
alumbra la vida con su luz de belleza caprichosa. Dice que la pobreza no
renuncia a embellecer el mundo, y que la luz se esparce en los lugares más
remotos. Gratuita y maravillosa.
Dice la grácil figura que el corazón humano
no renuncia a imaginar ni a crear, y que tal esfuerzo se disfruta cuando se
comparte con los transeúntes. Y nos hermana.
Casi se ha ido la luz, pero un cazador
fatiga sus ya fatigadas manos en tallar delicadamente un ave en su lanza. Llega
la noche. Mañana terminará su tarea. Sueña con un trino y un aleteo. Esto
ocurrió hace apenas un momento.
*de Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
*
Es bella la vida con música en los ojos
la sonrisa hablándole a la vida
y tú, cantándole
a la princesa bella del alba
al amanecer límpido de voces.
La vida es bella
como bello es el amor
ante la sedienta tristeza que se apaga
por banales esquirlas.
Colgaremos cada pena
en el cordón de la desmemoria
para soñar el cielo que abre las estrellas
en la sonrisa del sueño.
Y tú y yo desde esta distancia
recordaremos una utópica vida de amor
sin dudas. Sin presagios.
La vida de amor y esta música
alimentan cada primavera del alma
no deja de dar vueltas y vueltas.
Cierra cada párpado a la lágrima marina
en la tibia conciencia alegremente
saludable
de sabernos vivos amor
de sabernos...
*De Ana
Lía Gattás. al_gz@yahoo.com.ar
Mendoza.
LAS CIUDADES Y
EL DESEO. 2 *
Al
cabo de tres jornadas, andando hacia el mediodía, el hombre se encuentra en
Anastasia, ciudad bañada por canales concéntricos y sobrevolada por cometas.
Debería ahora enumerar las mercancías que se compran a buen precio: ágata, ónix
crisopacio y otras variedades de calcedonia; alabar la carne del faisán dorado
que se cocina sobre la llama de leña de cerezo estacionada y se espolvorea con
mucho orégano; hablar de las mujeres que he visto bañarse en el estanque de un
jardín y que a veces -así cuentan- invitan al viajero a desvestirse con ellas y
a perseguirlas en el agua. Pero con estas noticias no te diré la verdadera
esencia de la ciudad: porque mientras la descripción de Anastasia no hace sino
despertar los deseos uno por uno, para obligarte a ahogarlos, a quien se
encuentra una mañana en medio de Anastasia los deseos se le despiertan todos
juntos y lo circundan. La ciudad se te aparece como un todo en el que ningún
deseo se pierde y del que tú formas parte, y como ella goza de todo lo que tú
no gozas, no te queda sino habitar ese deseo y contentarte. Tal poder, que a
veces dicen maligno, a veces benigno, tiene Anastasia, ciudad engañadora: si
durante ocho horas al día trabajas como tallador de ágatas ónices crisopacios,
tu afán que da forma al deseo toma del deseo su forma, y crees que gozas por
toda Anastasia cuando sólo eres su esclavo.
*De Ítalo
Calvino.
- las
Ciudades Invisibles.
Indagar*
Ráfagas ligeras
envuelven
la palidez de la mujer
Una sombrilla de luna
observa
el mar en su enojo
La arena despreocupada
se pasea en la cintura
Un magnetismo aparente
enjaula las pestañas
mientras
indaga con la mirada
los zarpazos del mar.
*De Ana
Romano. romano.ana2010@gmail.com
CUATRO DRAGONES
Y UN DURAZNO*
*Por Miriam
Cairo
Justo es decir que el pintor de mi barrio
tiene fama de varios colores y a cuál más amarillo. Mi vecina muere de amor
pero él la pinta al óleo.
Mi vecina, que cría a sus cuatro dragones
como cuatro gatos, tiene un sabor a durazno blanco que perdura en el paladar de
quien la muerde hasta muy entrada la madrugada. Pero no sólo eso. También abre
las ventanas cada día, incluso, los domingos y apoya los codos en el alféizar,
y se queda allí, largo rato, pensativa. Dicen, algunos, que la han oído
murmurar canciones en el lenguaje de los dragones, un idioma tan azul que los
gatos no entienden.
El pintor, que vive enfrente, cuando no la
ve acodada en la ventana, la imagina de mil maneras. Con las manos en el agua
haciendo espumas, desnuda bajo un sombrero de ala ancha, inclinada sobre el
borde de algún recuerdo, sostenida en un solo pie como una bailarina rusa.
La imagina en una especie de mundo, bajo
una especie de cielo, caminando por una especie de calles, en una especie de
noche, rodeada de una especie de personas.
Ha llegado al paroxismo de pensarla
quitándose el reloj o colocándose los zapatos. Y eso no viene de su fantasía
desbocada, sino de la más objetiva observación, porque a fuerza de pasar horas
vigilando sus movimientos, la ha visto salir, presurosa, de su casa, dando un
paso tras otro, como quien camina sobre sus pies. Más aún, ha visto que cada
uno de sus pies iba dentro de los zapatos, con cierta vanidad entre femenina y
humana.
Pero en las madrugadas de mayor
desasosiego, cuando dormir es una pesadilla, y el insomnio un tinte
somnoliento, el pintor imagina el mentón del hombre que llega por las noches a
clavarle los dientes.
Para evitar lo que presiente, se inventa
molestias al por mayor que lo distraigan de mi vecina. Piensa, por ejemplo, que
el mar tiene fondo y que en el fondo del mar duerme la luna. Aún más, piensa
que el cielo se llena de peces y los navegantes de tiempos remotos se
extravían, porque los peces no se quedan quietos. Los barcos pierden rumbo y
naufragan u orbitan alrededor del agujero que dejó la luna y todo se vuelve muy
confuso.
Pero cuando esto no resulta, el pintor
piensa en muchas aguas que invaden muchas tierras, y si esto tampoco lo distrae
de la angustiosa sospecha de los colmillos hundidos en la carne blanda y jugosa
de mi vecina, el pintor busca sosiego amasando mil y un colores imprudentes.
Sin embargo, nada de lo que haga evita
saber lo irremediable, porque cuando el hombre que llega por las noches, muerde
la carne blanda y jugosa de mi vecina, el barrio se inunda con su pertinaz olor
a durazno rasgado. Y no sirven las puertas blindadas, ni las persianas bajas,
ni la música a todo volumen, ni el vino generoso, ni los colores restregados
sobre los cuadros adyacentes. El aroma a duraznos de mi vecina penetra por las
paredes, por los silencios, por las más remotas hendijas de la memoria.
Cuando el aire alcanza su máximo dulzor, a
todos en el barrio nos asfixia sentirnos tan solos, tan tristes, tan ínfimos,
tan faltos de sabor.
Se dice que el pintor de mi barrio, ha
dibujado los huesos de mi vecina, finos como mimbre. Que ha trazado arqueos que
se producen sólo por aquellos estremecimientos. Se dice que la ha pintado en
pedazos, y que ha colocado sus pequeños gajos de durazno dentro de un frasco
transparente. Y qué tan reales resultan los pedazos, que dan ganas de comerlos.
Mi vecina, cuando no se deja comer como un
durazno blanco, cuando no trabaja en la oficina municipal y cuando no apoya los
codos en la ventana, se dedica a cuidar de sus cuatro dragones por los motivos
siguientes: uno de ellos cree que es un gato gigante que tiene miedo de los
ratones pequeños. Otro pasa horas trepado a un árbol y olvida la hora de comer,
hablando solo, inventándose un nombre. Debajo del mismo árbol, otro lee libros
de hombres imposibles cuando no hace muñecos de barro. Cosa que tiene prohibida
porque es alérgico al fango. Pero el mayor problema mi vecina lo tiene con su
cuarto dragón porque es imaginario.
La historia del pintor y mi vecina comenzó
una tarde de abril, que pudo ser una tarde de diciembre, porque esa tarde era
tan profunda y transparente que se veía el fondo. En el fondo de esa tarde,
precisamente, mi vecina se detuvo sobre la curvatura de un estruendo, y el
pintor atinó a morir por un trazo de Egon Schiele.
De allí en más, lo que sabemos.
Techo incorrecto. Todo blanco óseo cuando
la luz es plena. La encina soltando su olor a fruta fresca. Brotes de duraznos
dibujándose a toda hora. Hojas que crecen a diestra y siniestra.
Ninguna flor es
segura.
Ninguna mujer.
Nada sucede mientras
todo sucede.
Vibración que
tornasola.
Ningún color es
seguro.
Ningún mordisco.
Ningún hombre.
Y a veces, llueve.
*Fuente:
Rosario/12
https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-39206-2013-06-08.html?
Fundación*
Para estas cosas
escribo:
para la lluvia que
cae,
sin más certezas
que el peso feliz de
su materia,
y para el pasto que
aguarda,
con una sed antigua,
el milagro
del agua
y para el hombre
que miré hace días,
hermoso
en su tristeza.
Esas cosas
que mi memoria
pierde
entre los huecos de la
tarde:
el olor del pan
y el pelo
de mi hija peinándose
al sol.
Escribo
para que el lenguaje
me muerda
y me despierte,
para saber si estoy
soñando,
para confirmar
que no estoy muerta.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
-poema de su libro Patio. (elandamio ediciones, 2024)
https://letralia.com/letras/poesialetralia/2025/08/15/patio-de-mariana-finochietto-seleccion/
LAS CIUDADES Y
LOS SIGNOS. 1*
El
hombre camina días enteros entre los árboles y las piedras. Raramente el ojo se
detiene en una cosa, y es cuando la ha reconocido como el signo de otra: una
huella en la arena indica el paso del tigre, un pantano anuncia una vena de
agua, la flor del hibisco el fin del invierno. Todo el resto es mudo es
intercambiable; árboles y piedras son solamente lo que son. Finalmente el viaje
conduce a la ciudad de Tamara. Uno se adentra en ella por calles llenas de
enseñas que sobresalen de las paredes. El ojo no ve cosas sino figuras de cosas
que significan otras cosas: las tenazas indican la casa del sacamuelas, el
jarro la taberna, las alabardas el cuerpo de guardia, la balanza el herborista.
Estatuas y escudos representan leones delfines torres estrellas: signo de que
algo —quién sabe qué— tiene por signo un león o delfín o torre o estrella.
Otras señales advierten sobre aquello que en un lugar está prohibido: entrar en
el callejón con las carretillas, orinar detrás del quiosco, pescar con caña
desde el puente, y lo que es lícito: dar de beber a las cebras, jugar a las
bochas, quemar los cadáveres de los parientes. Desde la puerta de los templos
se ven las estatuas de los dioses, representados cada uno con sus atributos: la
cornucopia, la clepsidra, la medusa, por los cuales el fiel puede reconocerlos
y dirigirles las plegarias justas. Si un edificio no tiene ninguna enseña o
figura, su forma misma y el lugar que ocupa en el orden de la ciudad basta para
indicar su función: el palacio real, la prisión, la casa de moneda, la escuela
pitagórica, el burdel. Hasta las mercancías que los comerciantes exhiben en los
mostradores valen no por sí mismas sino como signo de otras cosas: la banda
bordada para la frente quiere decir elegancia, el palanquín dorado poder, los volúmenes
de Averroes sapiencia, la ajorca para el tobillo voluptuosidad. La mirada
recorre las calles como páginas escritas: la ciudad dice todo lo que debes
pensar, te hace repetir su discurso, y mientras crees que visitas Tamara, no
haces sino registrar los nombres con los cuales se define a sí misma y a todas
sus partes. Cómo es verdaderamente la
ciudad bajo esta apretada envoltura de signos, qué contiene o esconde, el
hombre sale de Tamara sin haberlo sabido. Afuera se extiende la tierra vacía
hasta el horizonte, se abre el cielo donde corren las nubes. En la forma que el
azar y el viento dan a las nubes el hombre ya está entregado a reconocer
figuras: un velero, una mano, un elefante…
*De Ítalo
Calvino.
- las Ciudades Invisibles.
ENCAJAR*
El conocimiento del mundo
ordenado
en imaginarias cajas.
Miles de cajitas dentro de la caja
y cajas mentales.
Pienso en los navegantes antiguos
cruzando la salvaje línea del mar
donde las naves se hunden;
nosotros, atravesando la convicción
de un par de benditas
y dudosas verdades ...
Brindo (con cajita de vidrio de buenos
auspicios,
linda creencia).
por un mundo con más horizontes
y menos paredes.
*De Mónica
Córdoba. monicacordoba80@hotmail.com
Necochea
Daniel*
*De Antonio
Dal Masetto.
Había una vez un joven virtuoso y de
corazón noble de nombre Daniel. Había tenido grandes maestros en todas las
artes, en toda clase de literatura y ciencia. Había superado a sus maestros.
Daniel tenía el don de descifrar cualquier visión o sueño.
El pueblo de Daniel fue asediado y luego
tomado por un poderoso ejército y el rey enemigo ordenó a sus generales que
eligieran a algunos jóvenes pertenecientes a la nobleza para servir en su
corte. Debían ser jóvenes inteligentes y apuestos. Daniel estaba entre ellos y
sin duda era el más apuesto y brillante de todos.
Cuando marchaba hacia su nuevo destino,
mientras sus compañeros se lamentaban por la humillación de la derrota y el
cautiverio, Daniel pensaba: "Después de todo, esto que me ocurre es bueno porque
tendré oportunidad de servir en la corte del rey más poderoso del mundo y
progresar y triunfar gracias a mi capacidad".
Y así fue. Había muchos magos, hechiceros,
adivinos y astrólogos en el reino, pero eran tres los de mayor jerarquía y
estaban instalados en la corte. Los magos leían la suerte de las batallas en
las estrellas, en el vuelo de las aves, desentrañaban el sentido oculto de los
sueños, pronosticaban el futuro. Pero muy pronto Daniel demostró que los
aventajaba a todos.
Tanto se distinguió con sus cualidades
extraordinarias que fue nombrado por el rey en cargos cada vez más importantes.
Esto preocupó a los magos, hechiceros, adivinos y astrólogos, especialmente a
los tres magos mayores. Que se alarmaron por la presencia de este extraño que
amenazaba con desplazarlos de sus lugares de privilegio, y comenzaron a
confabular.
Acusaron a Daniel de blasfemar contra los
dioses adorados por el rey y contra el rey mismo, aportaron pruebas falsas y
testigos falsos.
Daniel fue condenado y arrojado al foso de
los leones. El rey mismo selló con su anillo la piedra que tapaba la entrada.
Al día siguiente encontraron que Daniel seguía vivo y salió del foso sin un
rasguño. Este milagro causó gran asombro general. Nadie podía saber que entre
las múltiples virtudes de Daniel estaba la de ser un inigualable domador de
leones.
El rey interpretó el hecho de que saliera
ileso de aquel foso como una prueba de la inocencia de Daniel, mandó traer a
los que falsamente lo habían acusado y ordenó que se los arrojara a los leones.
Y no solamente a ellos sino también a sus familias.
Y Daniel pensó: "Después de todo, esto
que me ocurre es bueno porque disminuye el número de mis enemigos y mis
competidores".
El rey siempre había sido implacable con
los errores de sus magos y cuando sus respuestas no le satisfacían los mandaba
ejecutar. Con el transcurrir del tiempo sus visiones y sueños fueron más
frecuentes y enigmáticos, hacía comparecer a cualquier mago, hechicero,
adivino, astrólogo elegido al azar y si los pronósticos no eran de su agrado,
levantaba el dedo índice de la mano derecha y los guardias ya sabían lo que
significaba esa señal: foso de leones.
Así que llegó un día en que cierto mago, al
ser requerido por el rey para descifrar una de sus visiones nocturnas, antes de
ir a verlo visitó en secreto a Daniel para solicitarle ayuda. Enfrentado a
Daniel, depositó una bolsa de monedas de oro sobre la mesa y le pidió
protección con su magia poderosa.
Daniel se mantuvo en silencio. Miró la
bolsa, miró al mago a los ojos y nuevamente la bolsa. El mago creyó comprender
que la oferta no era suficiente y depositó una segunda bolsa de monedas de oro
sobre la mesa.
Daniel miró las dos bolsas, miró al mago y
de nuevo las bolsas. El mago depositó una tercera bolsa. Esta vez Daniel solamente
permaneció con la mirada fija en las tres bolsas sin que su rostro denotara
expresión alguna.
El mago dedujo que ahora la suma era
considerada suficiente, que el trato estaba aceptado, respetuosamente se retiró
caminando hacia atrás y fue a enfrentar su compromiso con el rey y fracasó y
terminó en el foso de los leones con todos los integrantes de su familia, de
donde no regresaron.
Tiempo después fue otro mago el que acudió
a Daniel ofreciéndole monedas de oro y piedras preciosas. También terminó en el
foso de los leones. Y luego hubo otro y otro y otro más.
Y Daniel pensó: "Después de todo, esto
que me está ocurriendo es bueno porque mis riquezas aumentan y el número de mis
competidores sigue disminuyendo".
En cuanto a Daniel, cuando su presencia era
solicitada, sus interpretaciones siempre satisfacían al monarca. A esta altura
había alcanzado el cargo más alto en la corte y vivía en una gran casa con
muchos esclavos y hermosas esclavas.
Hasta que llegó el día en que el rey
consideró que a un ser tan absolutamente perfecto como Daniel le correspondía
un ámbito también absolutamente perfecto, y el único ámbito sobre la Tierra que
se le equiparaba en perfección era el desierto. Así que aligeró a Daniel de
todos sus bienes y lo envió a las infinitas extensiones de arena.
Y pasaron los años que pudieron ser siglos
y en tanta luz y tanto espacio la cabeza de Daniel se fue vaciando de memoria y
ya no supo quién era ni de dónde venía y ni siquiera le quedó el recuerdo de su
nombre.
Y deambulaba y repetía continuamente su
lamento:
"Ay de mí, ay de mí, éste es mi hogar,
una llanura sin fin donde se arrastran sin pausa días y noches de silencio.
Nada hay acá que no me pertenezca. Nada que suscite mi deseo. Si me desplazo en
una u otra dirección, no habré por eso de alejarme de sus confines. Siempre me
rodeará un amplio círculo cuyo centro soy yo, único y absoluto señor de este
reino estéril y preciso. Hacia todas partes se extienden límites que nunca
agotaré, todo amanecer es portador de una jornada que ya he vivido. Cada
evidencia de mi poderío no hace sino reafirmar la medida de una esclavitud.
Y sin embargo, una sola mínima alteración,
un solo accidente insignificante, serían suficientes para sembrar el
desconcierto.
"Entonces nacería una tregua en este
orden, existirían también otros centros, otras distancias, el equilibrio se
habría roto y el horizonte ya no tendría su perfección inviolable. A veces
sueño, creo que sueño. Pero nada conservo de esos sueños. Existe en el
despertar una fracción de segundo en que imágenes fugitivas cruzan por mi
mente, pero de inmediato se esfuman. Si lograra conservar una, solamente una de
esas imágenes, todo cambiaría porque yo tendría un recuerdo. Cuando un nuevo
sol asoma solamente mi sombra me hace compañía. Ángel del Señor, dame una
mano."
*Antonio
Dal Masetto. (Intra, Italia 14 de febrero de 1938 - Buenos Aires, 2 de
noviembre de 2015)
25*
Supe con ellos/ que
ninguna palabra/ abre la tierra. / Ningún sonido/ devuelve/ los bordes de las
aguas. / La espera es una letra muda. / Lo que precede a un sismo/ es el
silencio.
*De Valeria
Pariso. valeriapariso@outlook.com
-Poema de Uva negra-
-
Valeria publicó los libros de poesía: "Cero
sobre el nivel del mar" Ediciones AqL (2012), "Paula levanta la persiana", Ediciones AqL (2013); "Donde termina esta casa",
Ediciones de la Eterna (2015), "Del
otro lado de la noche" (2015) Editorial El Mono Armado, "Triza" (2017) Editorial
Detodoslosmares, "La trilogía: Uva
negra/ Mascarón de proa/ El castillo de Rouen", Vela al viento
Ediciones patagónicas (2018), Segunda edición AqL (2020), Zarmina, Primer Premio del Concurso de Letras, categoría poesía,
del Fondo Nacional de las Artes, año 2019, Ed. Mascarón de proa (2020); "Flores para no regar",
Editorial AqL (2021). “Final francés”,
AqL ediciones, 2023
Inventren
https://inventren.blogspot.com.ar/
Crónicas
terrestres*
La gente de antes no hablaba de su vida
pasada, estaba demasiado ocupada en vivir el día a día. A mi edad ya soy parte
de la gente de antes, de aquellos que están “más cerca del arpa que de la
guitarra”. Aunque los hechos tal cual ocurrieron son imposibles de reconstruir
para mí. Siempre quise saber porque llegamos con mis padres desde Tucumán a Elías
Romero.
Ya no hay testigos vivos. Ni mis padres ni
parientes de aquel entonces en Tucumán.
Nací en Campo Rouges. Mis padres eran
cañeros. Todo el mundo era cañero, se vivía de la zafra. Antes y después de la
zafra había que cultivar la parcela, criar gallinas. La familia que tenía un
caballo con carro para moverse podía sentirse rica. Era muy chico cuando Evita
bendijo con su visita al ingenio Santa Rosa. Lo guarde con mis ojitos mientras
me acompañen la memoria y la vida. Las dos juntas porque la vida sin memoria no
sirve.
Por Estación León Rouges pasaba el
provincial de Tucumán que se perdía hacia el sur hasta terminar en estaciones
que no conocí ni de nombre. Mi madre era de La Cocha. Ella cuando se juntó con
mi padre se vino a vivir a Campo Rouges. Hasta La Cocha viajábamos en tren cada
tanto a visitar familia. La gente tenía muchos hijos. Mi madre solo quería dos.
decía que traer más hijos a casa de pobre era hacerlos pasar necesidad. Mi
hermano menor murió a poco de cumplir un año de una enfermedad repentina.
Quizás fue esa desesperación o esa tristeza irreparable la que empujo a mis
padres a venirse conmigo a Elías Romero.
El abuelo de mi madre estaba establecido en
este descampado, puro campo, pero sin cañaverales a la vista ni montañas
cercanas. Les mando decir –él no sabía leer ni escribir- que aquí había futuro.
Trabajo asegurado. hospital cercano para atenderse.
No mintió. En Marcos Paz había trabajo. Mi
madre limpiaba casas. Mi padre aprendió el oficio de albañil. Yo tuve una buena
escuela. Había médicos, lugares donde atenderse.
Un día intente escribir en un papel el
recorrido que hicimos los tres hasta llegar hasta aquí. Cambiamos cuatro veces
de tren. El que llegaba desde San Miguel hasta Retiro tenía la vía ancha. Y no
viajamos hasta Elías Romero en el Midland que ya se llamaba Belgrano. Se conoce
que no tenía frecuencias, así que el bisabuelo nos esperó con su jardinera
tirada por la fiel petisa en la estación del Sarmiento.
Crecí. Aprendí el oficio de carpintero.
Trabajé por mi cuenta mientras pude. Hasta el Rodrigazo se podía trabajar en el
oficio de cada cual. El trabajador era un señor, no una pieza descartable.
Voy a evitar relatar como el país acompaño
mi recorrido desde carpintero especializado y lustrador de muebles al viejo de
70 años que junta latas de aluminio mientras espera la pensión.
La calle de tierra que pasa por la estación
muerta del Midland se llama Discépolo. Ese hombre sí que la vio venir. La vida
fue nomas “Cambalache”.
Aquella vez –por el 2001 o 2002- cuando
todavía tenía trabajo vi a un hombre viejo sentado en la vereda de la calle
comercial. Vendía sus libros para poder comer me dijo.
Le compre dos libros que me acompañan en
esta soledad. Los releo seguido: “El
corazón de las tinieblas” de Conrad. Y “Crónicas
Marcianas” de Ray Bradbury.
Los dos libros hablan a su modo del triste
mundo de la explotación que alguna vez llegará a Marte y mucho, pero mucho más
allá.
De Hataway comprendí que la soledad es
universal. No es una maldición personal inexplicable. Por donde vaya el ser
humano llevará su soledad o su soledad acompañada que suele ser aún peor.
No tengo la capacidad del personaje de Ray
para recrear robóticamente a su familia perdida. Y esperar un rescate los
largos años noche por noche mirando al cielo.
Tengo las herramientas mínimas para que mi
casa de ladrillos asentados en barro no se derrumbe conmigo adentro. Sé que la
condición de pobre incluye no poder arreglar aquello que no puedas reparar con tus propias manos.
Por eso quisiera ser el ingenioso Hataway.
Y no “Don Pere” el viejo que hasta ha
perdido su primer nombre y la z de su apellido.
*De Eduardo Francisco Coiro
-Eduardo Francisco Coiro, Argentina, Lomas
de Zamora, 1958. Licenciado en Sociología de la Universidad de Buenos Aires.
-Editor de Inventren e Inventiva Social.
-Próxima estación:
ESTACIÓN GOYENECHE.
-Continuidad literaria
por el Ferrocarril Provincial:
GOBERNADOR
UDAONDO.
LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.
GOBERNADOR DE SAN JUAN
RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN
DOYHENARD.
ESTACIÓN GÓMEZ DE LA
VEGA.
D. SÁEZ.
J. R. MORENO.
EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL
ETCHEVERRY.
LISANDRO OLMOS.
INGENIERO VILLANUEVA.
ARANA.
GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
InventivaSocial
Plaza virtual de escritura
-Editor
responsable: Lic. Eduardo Francisco
Coiro.
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