RAÍCES DEL CIELO…

 

    
                      *Dibujo de Erika Kuhn. https://obraerikakuhn.blogspot.com/

 

 

 

 



 

 

LA TIERRA ENTRE MIS HUESOS*

 

polvo para esculpirme   

polvo porque soy de escombros igual que vos

 

     ruinas cuyo    

          astral origen   

               –hidrógeno  

 

y helio– está en nosotros, vivas urnas

del tiempo, de sus cenizas 

 

polvo de estrellas, islas    

clamantes en los mares de espacios sordos  

 

     algas mutan   

          en atrabilis  

               alcoholes 

 

espontáneos que, lívidos de novilunios,

circulan cáncer, marismas

 

y nebulosas ambiguas 

destronando uranos, derrumbando cronos   

 

     polvo azul

          que te partiste  

               anónimo

 

en bandadas de seres y rumbos de nube  

te siento estremecer en mí 

 

te sigo cuando camino  

por las campanas y los sótanos, tan solo 

 

     –taciturno, 

          mi ser un bicho  

               carbónico–    

 

y converso con calaveras de orugas

y dialogo con granizo 

 

te vivo cuando me vivo     

y cuando quiero dejar de existir sobre 

 

     este surco  

          en que los días

               y las noches 

 

son semillas de semillas y los núcleos 

de múltiples mundos sin fin 

 

 

*Del libro orbe / sima de Gabriel Francini

https://cavelibrumeditorial.blogspot.com/2021/05/ya-esta-en-librerias-orbe-sima-el-nuevo.html

 

 

 

*

orbe / sima es la primera parte de una trilogía que fue escrita a la sombra de Dante Alighieri durante la cuarentena por pandemia. Fueron días de escritura frenética inspirada en la lectura de la Divina Comedia. Por aquellos días, tuve la revelación de que yo podía intentar hacer mi divina comedia personal. ¿Qué me fascinó tanto del poema de Dante, para que yo escriba este libro que con humildad pretende seguir sus pasos? Tal vez, un camino que va de la oscuridad a la luz a través de los versos. El arte como un viaje que nos lleva de la noche al día y nos transforma. Transfigura nuestra miseria mortal en algo más alto que nosotros mismos.

 

*Palabras de Gabriel Francini.

 

 

 

 

 

 

RAÍCES DEL CIELO…

 

-Poemas de orbe / sima de Gabriel Francini

 

 

 

“Vamos, que el largo viaje nos apremia.”

 

Divina Comedia, Infierno, Canto IV

 

 

 

“La nada penetra donde no hay resquicio.”

 

Tao Te King

 

 

 

 

 

EN EL BORDE DE LA EXISTENCIA


 

ameba del sol me vuelve la soledad

 

es casi como no ser

y a la vez es herirse

 

                                 de llamas

 

tan claras que enloquecen

y al irse me siguen

 

mientras sueño con otras inmensidades

 

escapando del dolor el agua se va

 

abierto y pequeño

el puerto de estos ríos

 

                                      (lágrima)

 

se enciende en el vaivén

anda sin ir ni venir

 

y aferrado a hierros oxidados

 

mi nada es nada y toda diáfana

 

soy insecto infecto

que se incendia ante vos

 

                                       tonante

 

buscar de mis pensamientos

mensajes o sentidos

 

en las ruinas de las ruinas de las ruinas

 

me acuerdo del shock que le hizo cambiar

 

de colores al cielo

cuando a la diosa yo vi  

 

                                         mojando

 

su cuerpo desnudo en el

calmo y claro río

 

el paraíso abriendo a un mortal

 

en esta tierra me fue dado vislumbrar

 

la flor del universo

quizás llegará el día

 

                                   sin año

 

el presente sin ausencia

en el que pueda sentir 

 

la completa plenitud de su mirada

 

 

 

 


 

 

 

 

LUNA DEL INFIERNO


 

no hay nada

 

                      sólo sendero

por donde el espíritu

pasa hollando la luna, lunas cantando

 

no hay nada, ni siquiera

el roce tibio

     de dos pasos

          hacia el viento

(dos pasos que son dos vidas)

 

pero la luna al viajero acompaña

por el camino desierto

y lo hechiza

 

                      luna tanta

 

sangra lava 

 

                      y blanco fuego

sobre ciudades dormidas

en sueños multidimensionales, y abre

 

enrarecidas cabezas

que se reciclan

     en dos arco 

          iris alternos 

(arco iris que son trigo)

 

yo tomaba de ese pulso y fragancia

contaminando mi pecho

con la delicia

 

                        que odiaba

 

y amaba

 

                 ah incerteza

de seguir y de no seguir 

rumbos quietos, vahos yertos, yermos sedantes 

 

bajo la luna y su pie

eco del mío: 

     son dos almas

          ya sin conciencia

(dos formas de vida sutil)  

 

bajo la luna que es un híbrido canto

de grito y de silencio

de armonía 

 

                     imantada  

 

por los rayos  

 

                       ultravioletas 

– sólo ella sabe de mí

cuando paso por un puente agonizante 

 

y los eslabones quiebro 

con este libro 

     de oquedad 

          aventurera 

(un libro para morirse

 

pensando en cantos de nocturnos pájaros)

sólo ella sabe no ser

me mimetiza

 

                       y alcanza 

 

las ágatas

 

                  atmosféricas 

de esas criptas

donde orgías se suman a las distancias

 

luna volcánicamente

amanecida

     porque anda

          como sonriendo 

(con la pendiente sonrisa 

 

del porvenir, indómita calle velada

que se crispa y se tuerce)

luna-estigia

 

                      tartárea

 

 

 

 

 

 

 

 

 

VACÍOS Y PALABRAS

 


          alrededor nadie

 

     nadie diluyéndose en mí

yo siempre he sido mi propio útero

llanura de neblina y visiones de ceguedad 

 

          yo siempre he sido

     un ser bifurcado en juncos

una brisa de ocaso de verano

en que vemos partir y acercarse unos trinos

          unas aberturas

 

     nadie alrededor excava

los centros nítidos de la maravilla

para ofrendar sólo viento, sólo un músculo

 

          corazón llamado

          en la base nada

 

     nada en el rincón escrito   

que se llena de papeles vagabundos  

como un presagio devuelto por las olas, alas

 

          de azar líquido

     ese único mar oculto

detrás de un maremoto, o la nave    

(se hunde en maelstroms y emerge en vulcanismos)  

          que es la húmeda

 

     palabra dando vueltas acá 

en estos turbios sanguinolentos ríos

donde cada resplandor respira / y en la uña  

 

          de la fiera no hay  

          más hambrienta carne

 

     y en mi silencio mordido 

con los anzuelos más frutales no hubo  

otro motivo que el estar en esta lápida  

 

          me doy al vacío

     me comunico con aludes 

pero llevo este fuego al espacio   

más allá de aglutinadas nubes y zumbidos

          de las contraluces

 

     me doy al vacío filmando 

las auras que no tienen las cosas; libo 

mis ganas de caer entre libaciones, agudas 

 

          agujas de aire

          témpanos de frases

 

     / oh poema: ¿podés decirme

algo, de toda la estéril espuma, 

que tenga los rayos de un sol casi estallando?     

 

          ¿qué pasa entre los días?

     ¿quién junta las hojas difuntas?

¿cómo se llama esa estrella polar

que está por caer, que parece dudosa vivir?  

          en los infortunios 

 

     y desventuras de soledad 

cuando un ser es su honda rebeldía

porque los cansancios llegan a ser rabias convulsas   

 

          ¿sabés, poema, dar

          palabras sagradas

 

     a mi manía más vívida

de vivir estas impresiones múltiples?  

quiero desmenuzarme y borronearme la cara    

 

          como si las tripas 

     me fluyeran hacia cúpulas

del lado de las corolas más flotantes    

oh poema, espejo para fotones perdidos

          yo quiero tu jugo

 

     y nadarte, desactivado   

para encender una voz que se filtre

entre las neuronas de los instantes errabundos  

 

          y de mí me saque

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ABAJO

 

     ¿dónde está mi alma henchida

 

de claveles sedientos? ¿en el centro

de un tornado, de un alado ditirambo?

          ¿o rota en el piso?

 

abajo de las cavernas de los murciélagos

abajo de paredes y glaciares

     abajo de penumbras prohibidas

abajo de siete abatimientos

abajo de unos océanos desangrados

 

          y en ella hay liquen 

hay plumas de gorriones que pasaron por el ser

hay una espera y hay soledad 

 

     mi alma ha cortado los hilos 

     se sumergió en su anarquía  

 

y de pronto los pulmones gimieron   

el cantar más espejo y ventana del vate

          que desata auxilios

 

abajo están mis palacios de ágil hiedra

junto a la calle de las cloacas  

     hacia donde mi sonambulismo   

arroja sus flechas blandas, sus piedras  

tiernas, como de plastilina o tersa calma

 

          los lugares esquivos

ahí vivo mi vida de esquina que vuela 

por entre los coágulos de baba 

 

     dejando caer hojas de tinta

     dejando caer frutos extintos  

 

y mientras pasan eclipses sin cuerpos 

a través de la ciudad al borde de la ciudad

          yo navego clepsidras

 

inhalo el gotear de metáforas délficas

pensando en el insomnio del láser  

     ese chispazo en las vasijas

que contenían diluvios, y ese   

lado del estar mirando lo que se apaga  

 

          pero sigue prendido

en algún lugar del bello estremecimiento 

que paralizándonos nos arrastra 

 

     abajo se quiebran las faringes

     abajo tremolan los jazmines 

 

estoy en la membrana, destruyendo 

mi luz para prenderla de nuevo, remudada, 

          drogada en almíbar

 

estoy en la quietud, de ciprés, que se parece  

al eucalipto de mis tristes ramas  

     cables enredados en espinas 

espinas manchadas de moléculas  

moléculas entre deformaciones abstractas  

 

          abajo hallé vaivén

para deshacerme y confiar en tu secreto  

atmósfera dilatada, tu labio 

 

     que lámparas prontas hace surgir

     y me ilumina hasta el fin

 

abajo hallo la hidra, inercia

cuando llovizna carbón sobre mí, es abajo

          donde te necesito

 

y quiero morder sólo un renglón de tus venas   

especie de pluviosa divinidad

     anegame, me hundiré en mí

torciendo el cordón de la vereda 

para tomar el agua podrida de los años  

 

          ladrillos se enquistan

detrás del muro otro muro se quiere romper 

– voy a ver qué espera ahí atrás

 

     en el manantial de los prodigios 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

RAÍCES DEL CIELO

 

 

     abajo hay sed

 

surcando mares sin embarcación

 

ni

 

     redes

 

mil

 

y un redondos astros son monstruos

 

     sombras celestes

 

     mordida tierra

 

de estar solo con este orbe

 

si

 

     ciega

 

 

la mirada que tembló los ojos

 

     dentro del centro

 

     fuera del eje

 

esferas dirán tu astral polo

 

y

 

     dejo

 

fluir

 

el polvo que no es sólo polvo

 

     sino renacer

 

     mirad las aves

 

no siembran-cosechan-atesoran

 

i...

 

     pero

 

III!!!

 

sin embargo el cielo es otro

 

     con su presencia

 

     con ese vuelo

 

que no es ego, no es de oro

 

phi

 

     no es

 

why

 

no es otra cosa que un dios

 

     alas batiendo

 

 

 

 

 

**

 

 

-Gabriel Francini nació en 1982 en Buenos Aires. Es bibliotecario.

Publicó Canciones (Tantalia, 2005), Nadir de Ardora (Huesos de Jibia, 2014), Deshacer (El Mono Armado, 2017), El sueño de la nada (Huesos de Jibia, 2017), La plenitud de la ausencia (Cave Librum, 2017), Rayar (La Yunta, 2018), Ser con el fuego (Cave Librum, 2019), Humo en el humo (Qeja, 2019), Entropía (La Yunta, 2019), Entrevisiones y vislumbres (El Mono Armado, 2020).

 

https://cavelibrumeditorial.blogspot.com/2021/05/ya-esta-en-librerias-orbe-sima-el-nuevo.html

 

 

 

 

 

Inventren

https://inventren.blogspot.com.ar/

 

  



 

De paso*

 

 

*Por Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com

 

Lo pensó así en el momento exacto en que se apeaba del tren: "nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto". Intuía o recordaba que era el título de una canción, una película, un libro... Algo que le venía de remotas regiones de su mente, palabras difuminadas por la resaca del tiempo que ahora, sin motivo aparente, habían salido a la superficie para volver a sumergirse en el olvido minutos u horas más tarde. El hombre ya no era joven. Tenía esa edad indefinida de quienes han vivido en muchos sitios o -pensémoslo despacio- en ninguno. Por eso una frase aparecida de repente en su cabeza podría venir de cualquier parte: La edad mezcla palabras y recuerdos, invenciones y vivencias. Todo es una misma argamasa que se amontona, informe, en los anaqueles de la memoria.

Pero ¿a qué venía esa frase justamente ahora? El traje raído, las arrugas delatoras, el exiguo maletín ¿pueden ser, acaso, la respuesta? El hombre miró al frente. Un cartelito despintado anunciaba el nombre de la estación: "Ingeniero de Madrid". Le resultó chocante, porque él había nacido allí, muy cerca de Madrid; en España, esa España ahora tan lejana como las brumas de un entresueño, que se van desvaneciendo poco a poco cuando despertamos y de las que, al final, apenas queda un vago rescoldo, una cicatriz inexistente.

Tal vez fue ese detalle -pero esto lo pensó ahora, mientras contemplaba el letrero-, el nombre de la estación, lo que le trajo a la mente la frase lapidaria. Porque ¿algún ser vivo recordaba todavía quién fue exactamente ese ingeniero? Cierto que en algún libro, en alguna enciclopedia cubierta de polvo, quizá se reflejase no sólo el nombre, sino incluso también el hecho por el cual este lugar que ahora pisaba había adoptado ese nombre, que -a pesar de todo- no dejó de resultarle sumamente curioso. Pero ¿puede una enciclopedia, por exacta y completa que sea, imitar o suplantar eso que llamamos recuerdo? ¿Son esos artículos, esas anotaciones, una forma de seguir existiendo en la memoria de las gentes futuras? Tal vez, pero, en cualquier caso, una forma distorsionada, infinitesimal. Las biografías las escribe gente viva sobre gente muerta (o gente muerta sobre gente muerta, que viene a ser lo mismo) y quienes las escriben no saben nada, absolutamente nada. A lo sumo, una mínima colección de hechos aparentemente importantes, pero que en realidad son irrelevantes o anodinos, puesto que no arrojan ninguna luz sobre la persona biografiada... La única biografía posible la va escribiendo uno mismo, con sus propios actos, y no queda registro en parte alguna...

Vio las vías perdiéndose en el horizonte. Las vías del tren sugieren la infinitud y el desencuentro (Acaso también la infinitud del desencuentro) pero en este caso concreto, además, ese desencuentro resultaba aún más dramático porque dos pares de vías se cruzaban en este punto para ir alejándose después hacia sus respectivos destinos, líneas infinitas que jamás volverían a encontrarse. Y este punto, el único lugar en que esas líneas se encuentran, es una estación erigida en medio de la nada, un punto perdido entre otros puntos igualmente perdidos o inimaginables.

Así sucede -pensó- tantas veces. Tal vez sólo exista un punto, un único punto en todo el inimaginable cosmos, donde sea posible el encuentro. ¡Qué dicha, el encuentro! Y qué tristeza ver alejarse de nuevo los trenes del destino, intuyendo.

Desencuentros... Si lo pensaba con frialdad y atención, fueron precisamente ellos quienes le habían traído hasta este lugar, quienes habían de llevarle adónde iba. Pero ¿dónde iba exactamente? No podía recordar el nombre (si es que tal cosa puede tener importancia en realidad), y no tenía el menor deseo de sacar del bolsillo el papel donde figuraba. Ya habría tiempo para eso cuando el nuevo tren se pusiera en marcha hacia el siguiente destino. La vida es una sucesión de trenes que, en apariencia, nos llevan de un lugar a otro. Sabía que una vez allí tenía que hablar con un tal Pereira o Pereyra, un portugués o brasileño que también -por circunstancias desconocidas y que, en el fondo, no importaban- había venido a dar con sus huesos en ese lugar alejado del mundo y de la historia. (Pero -atinó a pensar más o menos confusamente- ¿hay algún lugar que no esté alejado del mundo y de la historia? De ser así, el tiempo, juez definitivo, ya vendrá a corregir esa desigualdad momentánea, ese error inocuo). Tampoco recordaba, hecho anecdótico si lo miramos bien, cómo se llamaba el lugar del cual venía. De ese triángulo escaleno, sólo el curioso nombre de esta estación solitaria había echado raíces en su memoria. En la estación no había nadie más. De nuevo, estaba solo.

Los desencuentros, sí... Llegan a ser tantos que es imposible recordarlos todos. Y ¿para qué habríamos de recordarlos si sólo pueden producir dolor, desolación? Amigos que se fueron diluyendo en un pasado cada vez más difuso, amantes cuyos rostros apenas son una neblina inconsistente, familiares a quienes no había visto en dos décadas... Y le vino de nuevo esa frase:

"Hablar de nosotros después de muertos- musitó con una sonrisa amarga-. Si al menos alguien lo hiciese cuando aún estamos vivos, si es que en verdad lo estamos". Si alguien. Porque: ¿Quién le brindó una mano cuando su mundo se desmoronaba? ¿Quién le habló cuando precisaba una palabra? ¿Quién estuvo ahí en esas horas de amarga e interminable soledad, o en esas otras de inasumible derrota? ¿Quién, finalmente, vino a despedirle a la estación -esa otra, ahora disuelta entre las telarañas de un olvido consciente- veinte años atrás, cuando tuvo que partir para no regresar? Para no regresar.

¿Amistad? Palabra casi siempre exagerada para definir relaciones superficiales entre seres humanos. ¿Amor? Ya lo dijo Bécquer: es un rayo de luna. ¿Fidelidad? Palabra horrible y abstracta. Encierra una falacia.

Un día, no muy lejano, de esta estación sólo quedarán ruinas, algunas fotos viejas, tal vez uno que otro recuerdo impreciso como la sombra tenue de un sueño abandonado en las hondonadas del tiempo. De quienes en ella esperaron alguna vez, de quienes tomaron un tren o se apearon de otro, de quienes en ese mismo andén conversaron durante unos minutos, desconocidos atrapados durante un instante en un lugar que ninguno de ellos eligió, ¿Qué será exactamente lo que quede?

Un vacío tan grande como el que ahora veían sus ojos, allí en esa estación inconcebible, era la única respuesta a todas esas preguntas. El hombre suspiró, miró hacia el cielo gris. El cansancio ya conocido vino a posarse sobre sus hombros. Tuvo que sentarse. Tal vez se adormeció. Por eso, no podría decir si vio, o sólo los soñó, a los jinetes que venían cabalgando desde el Sur, lentos, callados, cabizbajos.

De los dos jinetes, el más joven se quedó un buen rato mirando al hombre que dormitaba, sentado en el destartalado banco de madera de la vieja estación.

Hizo un gesto vago de saludo, sin obtener respuesta. Luego miró a su acompañante y preguntó:

- ¿Qué estará haciendo ahí?

Después de un rato, el otro jinete, un viejo de pelo blanco y rostro endurecido por lluvias y sequías y noches durmiendo al raso, contestó sin apartar sus ojos del camino:

- Está esperando.

El joven le mira, incrédulo.

- ¿El tren? Pero entonces tal vez deberíamos decirle...

- Probablemente él sabe.

- Pero si supiera, entonces...

El viejo calla. Deja que la verdad se vaya abriendo paso en la mente del otro. Sólo cuando ya casi le han perdido de vista, cuando el hombre desconocido y la estación abandonada apenas son un recuerdo que se va desdibujando, vuelve a oírse su voz grave, sentenciosa.

- Hay gente que va en busca de su destino; y hay gente que espera. Y también hay gente que hace las dos cosas. Dónde, cuándo, por qué... sólo son detalles circunstanciales, insignificantes. Y ni siquiera podemos hablar de elección. Caminas durante años y un día, sin que se sepa el motivo, los pies se niegan y ya no hay alternativa. Ese hombre -su rostro lo gritaba- se cansó de caminar. Y ahora espera. Nada más.

Y sin mirar atrás, los dos jinetes siguen cabalgando, sin apuro, como si en realidad no fuesen a ningún lugar, como si la única realidad posible fuese el camino que se extiende bajo los cascos de sus caballos. El silencio se ha instaurado de nuevo entre ellos, y sobre la escena, ahora, apenas se oye el rumor de la brisa que recorre, casi con timidez, el inabarcable páramo, rozando al pasar, de forma leve, todo aquello que aún tiene consistencia y que algún día, pronto, sólo será una sombra, un apunte inconcreto en los ajados libros de los hombres.

 

 

 

-Próxima estación.

 

En el recorrido del tren literario por el Ferrocarril Provincial:

 

 

CARLOS BEGUERIE. 

 

 

 

FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.

 

ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.  

 

LOMA VERDE.   ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.

 

GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.

 

GOBERNADOR OBLIGADO. ESTACIÓN DOYHENARD.  

 

ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.    D. SÁEZ.   

 

J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.

 

ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.   LISANDRO OLMOS.

 

 INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA. 

 

GOBERNADOR GARCIA.   LA PLATA.

 

 

 

 

*

 

-Siguiente estación.

 En el recorrido del tren literario por el Ferrocarril Midland:

 

 

KM. 38.  

 

 

MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.   LIBERTAD.

 

MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.  

 

ISIDRO CASANOVA.   JUSTO VILLEGAS.

 

JOSÉ INGENIEROS.   MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.

 

 ALDO BONZI.   KM 12.

 

LA SALADA.  INGENIERO BUDGE. 

 

VILLA FIORITO.  VILLA CARAZA.

 

VILLA DIAMANTE.  PUENTE ALSINA. 

 

INTERCAMBIO MIDLAND.

 

 

 

 

 

 

InventivaSocial

Plaza virtual de escritura

 

-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.

 

https://twitter.com/INVENTIVASOCIAL

 


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