RAÍCES DEL CIELO…
LA TIERRA ENTRE MIS HUESOS*
polvo
para esculpirme
polvo
porque soy de escombros igual que vos
ruinas cuyo
astral origen
–hidrógeno
y helio–
está en nosotros, vivas urnas
del
tiempo, de sus cenizas
polvo de
estrellas, islas
clamantes
en los mares de espacios sordos
algas mutan
en atrabilis
alcoholes
espontáneos
que, lívidos de novilunios,
circulan
cáncer, marismas
y
nebulosas ambiguas
destronando
uranos, derrumbando cronos
polvo azul
que te partiste
anónimo
en
bandadas de seres y rumbos de nube
te siento
estremecer en mí
te sigo
cuando camino
por las
campanas y los sótanos, tan solo
–taciturno,
mi ser un bicho
carbónico–
y
converso con calaveras de orugas
y dialogo
con granizo
te vivo
cuando me vivo
y cuando
quiero dejar de existir sobre
este surco
en que los días
y las noches
son
semillas de semillas y los núcleos
de
múltiples mundos sin fin
*Del libro
orbe
/ sima de Gabriel Francini
https://cavelibrumeditorial.blogspot.com/2021/05/ya-esta-en-librerias-orbe-sima-el-nuevo.html
*
orbe / sima es la primera parte de una trilogía que
fue escrita a la sombra de Dante Alighieri durante la cuarentena por pandemia.
Fueron días de escritura frenética inspirada en la lectura de la Divina Comedia. Por aquellos días, tuve
la revelación de que yo podía intentar hacer mi divina comedia personal. ¿Qué me
fascinó tanto del poema de Dante, para que yo escriba este libro que con
humildad pretende seguir sus pasos? Tal vez, un camino que va de la oscuridad a
la luz a través de los versos. El arte como un viaje que nos lleva de la noche
al día y nos transforma. Transfigura nuestra miseria mortal en algo más alto
que nosotros mismos.
*Palabras
de Gabriel Francini.
RAÍCES DEL CIELO…
-Poemas de
orbe
/ sima de Gabriel Francini
“Vamos,
que el largo viaje nos apremia.”
Divina Comedia, Infierno, Canto IV
“La nada
penetra donde no hay resquicio.”
Tao Te King
EN EL BORDE DE LA EXISTENCIA
ameba del
sol me vuelve la soledad
es casi
como no ser
y a la
vez es herirse
de llamas
tan
claras que enloquecen
y al irse
me siguen
mientras
sueño con otras inmensidades
escapando
del dolor el agua se va
abierto y
pequeño
el puerto
de estos ríos
(lágrima)
se
enciende en el vaivén
anda sin
ir ni venir
y
aferrado a hierros oxidados
mi nada
es nada y toda diáfana
soy
insecto infecto
que se
incendia ante vos
tonante
buscar de
mis pensamientos
mensajes
o sentidos
en las
ruinas de las ruinas de las ruinas
me
acuerdo del shock que le hizo cambiar
de
colores al cielo
cuando a
la diosa yo vi
mojando
su cuerpo
desnudo en el
calmo y
claro río
el
paraíso abriendo a un mortal
en esta
tierra me fue dado vislumbrar
la flor
del universo
quizás
llegará el día
sin año
el
presente sin ausencia
en el que
pueda sentir
la
completa plenitud de su mirada
LUNA DEL INFIERNO
no hay
nada
sólo sendero
por donde
el espíritu
pasa
hollando la luna, lunas cantando
no hay
nada, ni siquiera
el roce
tibio
de dos pasos
hacia el viento
(dos
pasos que son dos vidas)
pero la
luna al viajero acompaña
por el
camino desierto
y lo
hechiza
luna tanta
sangra
lava
y blanco fuego
sobre
ciudades dormidas
en sueños
multidimensionales, y abre
enrarecidas
cabezas
que se
reciclan
en
dos arco
iris alternos
(arco
iris que son trigo)
yo tomaba
de ese pulso y fragancia
contaminando
mi pecho
con la
delicia
que odiaba
y amaba
ah incerteza
de seguir
y de no seguir
rumbos quietos,
vahos yertos, yermos sedantes
bajo la
luna y su pie
eco del
mío:
son dos almas
ya sin conciencia
(dos
formas de vida sutil)
bajo la
luna que es un híbrido canto
de grito
y de silencio
de
armonía
imantada
por los
rayos
ultravioletas
– sólo
ella sabe de mí
cuando
paso por un puente agonizante
y los
eslabones quiebro
con este
libro
de oquedad
aventurera
(un libro
para morirse
pensando
en cantos de nocturnos pájaros)
sólo ella
sabe no ser
me
mimetiza
y alcanza
las
ágatas
atmosféricas
de esas
criptas
donde
orgías se suman a las distancias
luna
volcánicamente
amanecida
porque anda
como sonriendo
(con la
pendiente sonrisa
del
porvenir, indómita calle velada
que se
crispa y se tuerce)
luna-estigia
tartárea
VACÍOS Y PALABRAS
alrededor nadie
nadie diluyéndose en mí
yo
siempre he sido mi propio útero
llanura
de neblina y visiones de ceguedad
yo siempre he sido
un ser bifurcado en juncos
una brisa
de ocaso de verano
en que
vemos partir y acercarse unos trinos
unas aberturas
nadie alrededor excava
los
centros nítidos de la maravilla
para
ofrendar sólo viento, sólo un músculo
corazón llamado
en la base nada
nada en el rincón escrito
que se
llena de papeles vagabundos
como un
presagio devuelto por las olas, alas
de azar líquido
ese único mar oculto
detrás de
un maremoto, o la nave
(se hunde
en maelstroms y emerge en vulcanismos)
que es la húmeda
palabra dando vueltas acá
en estos
turbios sanguinolentos ríos
donde cada
resplandor respira / y en la uña
de la fiera no hay
más hambrienta carne
y en mi silencio mordido
con los
anzuelos más frutales no hubo
otro
motivo que el estar en esta lápida
me doy al vacío
me comunico con aludes
pero
llevo este fuego al espacio
más allá
de aglutinadas nubes y zumbidos
de las contraluces
me doy al vacío filmando
las auras
que no tienen las cosas; libo
mis ganas
de caer entre libaciones, agudas
agujas de aire
témpanos de frases
/ oh poema: ¿podés decirme
algo, de
toda la estéril espuma,
que tenga
los rayos de un sol casi estallando?
¿qué pasa entre los días?
¿quién junta las hojas difuntas?
¿cómo se
llama esa estrella polar
que está
por caer, que parece dudosa vivir?
en los infortunios
y desventuras de soledad
cuando un
ser es su honda rebeldía
porque
los cansancios llegan a ser rabias convulsas
¿sabés, poema, dar
palabras sagradas
a mi manía más vívida
de vivir
estas impresiones múltiples?
quiero
desmenuzarme y borronearme la cara
como si las tripas
me fluyeran hacia cúpulas
del lado
de las corolas más flotantes
oh poema,
espejo para fotones perdidos
yo quiero tu jugo
y nadarte, desactivado
para
encender una voz que se filtre
entre las
neuronas de los instantes errabundos
y de mí me saque
ABAJO
¿dónde está mi alma henchida
de
claveles sedientos? ¿en el centro
de un
tornado, de un alado ditirambo?
¿o rota en el piso?
abajo de
las cavernas de los murciélagos
abajo de
paredes y glaciares
abajo de penumbras prohibidas
abajo de
siete abatimientos
abajo de
unos océanos desangrados
y en ella hay liquen
hay
plumas de gorriones que pasaron por el ser
hay una
espera y hay soledad
mi alma ha cortado los hilos
se sumergió en su anarquía
y de
pronto los pulmones gimieron
el cantar
más espejo y ventana del vate
que desata auxilios
abajo
están mis palacios de ágil hiedra
junto a
la calle de las cloacas
hacia donde mi sonambulismo
arroja
sus flechas blandas, sus piedras
tiernas,
como de plastilina o tersa calma
los lugares esquivos
ahí vivo
mi vida de esquina que vuela
por entre
los coágulos de baba
dejando caer hojas de tinta
dejando caer frutos extintos
y
mientras pasan eclipses sin cuerpos
a través
de la ciudad al borde de la ciudad
yo navego clepsidras
inhalo el
gotear de metáforas délficas
pensando
en el insomnio del láser
ese chispazo en las vasijas
que
contenían diluvios, y ese
lado del
estar mirando lo que se apaga
pero sigue prendido
en algún
lugar del bello estremecimiento
que
paralizándonos nos arrastra
abajo se quiebran las faringes
abajo tremolan los jazmines
estoy en
la membrana, destruyendo
mi luz
para prenderla de nuevo, remudada,
drogada en almíbar
estoy en
la quietud, de ciprés, que se parece
al
eucalipto de mis tristes ramas
cables enredados en espinas
espinas
manchadas de moléculas
moléculas
entre deformaciones abstractas
abajo hallé vaivén
para
deshacerme y confiar en tu secreto
atmósfera
dilatada, tu labio
que lámparas prontas hace surgir
y me ilumina hasta el fin
abajo
hallo la hidra, inercia
cuando
llovizna carbón sobre mí, es abajo
donde te necesito
y quiero
morder sólo un renglón de tus venas
especie
de pluviosa divinidad
anegame, me hundiré en mí
torciendo
el cordón de la vereda
para
tomar el agua podrida de los años
ladrillos se enquistan
detrás
del muro otro muro se quiere romper
– voy a
ver qué espera ahí atrás
en el manantial de los prodigios
RAÍCES DEL CIELO
abajo hay sed
surcando
mares sin embarcación
ni
redes
mil
y un
redondos astros son monstruos
sombras celestes
mordida tierra
de estar
solo con este orbe
si
ciega
sí
la mirada
que tembló los ojos
dentro del centro
fuera del eje
esferas
dirán tu astral polo
y
dejo
fluir
el polvo
que no es sólo polvo
sino renacer
mirad las aves
no
siembran-cosechan-atesoran
i...
pero
III!!!
sin
embargo el cielo es otro
con su presencia
con ese vuelo
que no es
ego, no es de oro
phi
no es
why
no es
otra cosa que un dios
alas batiendo
**
-Gabriel Francini nació en 1982 en
Buenos Aires. Es bibliotecario.
Publicó Canciones (Tantalia, 2005), Nadir de Ardora (Huesos de Jibia, 2014), Deshacer (El Mono Armado, 2017), El sueño de la nada (Huesos de Jibia, 2017), La plenitud de la ausencia (Cave Librum, 2017), Rayar (La Yunta, 2018), Ser con el fuego (Cave Librum, 2019), Humo en el humo (Qeja, 2019), Entropía (La Yunta, 2019), Entrevisiones y vislumbres (El Mono Armado, 2020).
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Inventren
https://inventren.blogspot.com.ar/
De paso*
*Por Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com
Lo pensó así en el momento exacto en que se apeaba del tren: "nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto". Intuía o recordaba que era el título de una canción, una película, un libro... Algo que le venía de remotas regiones de su mente, palabras difuminadas por la resaca del tiempo que ahora, sin motivo aparente, habían salido a la superficie para volver a sumergirse en el olvido minutos u horas más tarde. El hombre ya no era joven. Tenía esa edad indefinida de quienes han vivido en muchos sitios o -pensémoslo despacio- en ninguno. Por eso una frase aparecida de repente en su cabeza podría venir de cualquier parte: La edad mezcla palabras y recuerdos, invenciones y vivencias. Todo es una misma argamasa que se amontona, informe, en los anaqueles de la memoria.
Pero ¿a
qué venía esa frase justamente ahora? El traje raído, las arrugas delatoras, el
exiguo maletín ¿pueden ser, acaso, la respuesta? El hombre miró al frente. Un
cartelito despintado anunciaba el nombre de la estación: "Ingeniero de
Madrid". Le resultó chocante, porque él había nacido allí, muy cerca de
Madrid; en España, esa España ahora tan lejana como las brumas de un
entresueño, que se van desvaneciendo poco a poco cuando despertamos y de las
que, al final, apenas queda un vago rescoldo, una cicatriz inexistente.
Tal vez
fue ese detalle -pero esto lo pensó ahora, mientras contemplaba el letrero-, el
nombre de la estación, lo que le trajo a la mente la frase lapidaria. Porque
¿algún ser vivo recordaba todavía quién fue exactamente ese ingeniero? Cierto
que en algún libro, en alguna enciclopedia cubierta de polvo, quizá se
reflejase no sólo el nombre, sino incluso también el hecho por el cual este
lugar que ahora pisaba había adoptado ese nombre, que -a pesar de todo- no dejó
de resultarle sumamente curioso. Pero ¿puede una enciclopedia, por exacta y
completa que sea, imitar o suplantar eso que llamamos recuerdo? ¿Son esos
artículos, esas anotaciones, una forma de seguir existiendo en la memoria de
las gentes futuras? Tal vez, pero, en cualquier caso, una forma distorsionada,
infinitesimal. Las biografías las escribe gente viva sobre gente muerta (o
gente muerta sobre gente muerta, que viene a ser lo mismo) y quienes las
escriben no saben nada, absolutamente nada. A lo sumo, una mínima colección de
hechos aparentemente importantes, pero que en realidad son irrelevantes o
anodinos, puesto que no arrojan ninguna luz sobre la persona biografiada... La
única biografía posible la va escribiendo uno mismo, con sus propios actos, y
no queda registro en parte alguna...
Vio las vías perdiéndose en el horizonte. Las vías del tren sugieren la infinitud y el desencuentro (Acaso también la infinitud del desencuentro) pero en este caso concreto, además, ese desencuentro resultaba aún más dramático porque dos pares de vías se cruzaban en este punto para ir alejándose después hacia sus respectivos destinos, líneas infinitas que jamás volverían a encontrarse. Y este punto, el único lugar en que esas líneas se encuentran, es una estación erigida en medio de la nada, un punto perdido entre otros puntos igualmente perdidos o inimaginables.
Así sucede
-pensó- tantas veces. Tal vez sólo exista un punto, un único punto en todo el
inimaginable cosmos, donde sea posible el encuentro. ¡Qué dicha, el encuentro!
Y qué tristeza ver alejarse de nuevo los trenes del destino, intuyendo.
Desencuentros...
Si lo pensaba con frialdad y atención, fueron precisamente ellos quienes le
habían traído hasta este lugar, quienes habían de llevarle adónde iba. Pero
¿dónde iba exactamente? No podía recordar el nombre (si es que tal cosa puede
tener importancia en realidad), y no tenía el menor deseo de sacar del bolsillo
el papel donde figuraba. Ya habría tiempo para eso cuando el nuevo tren se
pusiera en marcha hacia el siguiente destino. La vida es una sucesión de trenes
que, en apariencia, nos llevan de un lugar a otro. Sabía que una vez allí tenía
que hablar con un tal Pereira o Pereyra, un portugués o brasileño que también
-por circunstancias desconocidas y que, en el fondo, no importaban- había venido
a dar con sus huesos en ese lugar alejado del mundo y de la historia. (Pero
-atinó a pensar más o menos confusamente- ¿hay algún lugar que no esté alejado
del mundo y de la historia? De ser así, el tiempo, juez definitivo, ya vendrá a
corregir esa desigualdad momentánea, ese error inocuo). Tampoco recordaba,
hecho anecdótico si lo miramos bien, cómo se llamaba el lugar del cual venía.
De ese triángulo escaleno, sólo el curioso nombre de esta estación solitaria
había echado raíces en su memoria. En la estación no había nadie más. De nuevo,
estaba solo.
Los
desencuentros, sí... Llegan a ser tantos que es imposible recordarlos todos. Y
¿para qué habríamos de recordarlos si sólo pueden producir dolor, desolación?
Amigos que se fueron diluyendo en un pasado cada vez más difuso, amantes cuyos
rostros apenas son una neblina inconsistente, familiares a quienes no había
visto en dos décadas... Y le vino de nuevo esa frase:
"Hablar de nosotros después de
muertos- musitó con una sonrisa amarga-. Si al menos alguien lo hiciese cuando
aún estamos vivos, si es que en verdad lo estamos". Si alguien. Porque: ¿Quién le brindó una
mano cuando su mundo se desmoronaba? ¿Quién le habló cuando precisaba una
palabra? ¿Quién estuvo ahí en esas horas de amarga e interminable soledad, o en
esas otras de inasumible derrota? ¿Quién, finalmente, vino a despedirle a la
estación -esa otra, ahora disuelta entre las telarañas de un olvido consciente-
veinte años atrás, cuando tuvo que partir para no regresar? Para no regresar.
¿Amistad?
Palabra casi siempre exagerada para definir relaciones superficiales entre
seres humanos. ¿Amor? Ya lo dijo Bécquer: es un rayo de luna. ¿Fidelidad?
Palabra horrible y abstracta. Encierra una falacia.
Un día, no
muy lejano, de esta estación sólo quedarán ruinas, algunas fotos viejas, tal
vez uno que otro recuerdo impreciso como la sombra tenue de un sueño abandonado
en las hondonadas del tiempo. De quienes en ella esperaron alguna vez, de
quienes tomaron un tren o se apearon de otro, de quienes en ese mismo andén
conversaron durante unos minutos, desconocidos atrapados durante un instante en
un lugar que ninguno de ellos eligió, ¿Qué será exactamente lo que quede?
Un vacío
tan grande como el que ahora veían sus ojos, allí en esa estación inconcebible,
era la única respuesta a todas esas preguntas. El hombre suspiró, miró hacia el
cielo gris. El cansancio ya conocido vino a posarse sobre sus hombros. Tuvo que
sentarse. Tal vez se adormeció. Por eso, no podría decir si vio, o sólo los
soñó, a los jinetes que venían cabalgando desde el Sur, lentos, callados,
cabizbajos.
De los dos
jinetes, el más joven se quedó un buen rato mirando al hombre que dormitaba,
sentado en el destartalado banco de madera de la vieja estación.
Hizo un
gesto vago de saludo, sin obtener respuesta. Luego miró a su acompañante y
preguntó:
- ¿Qué
estará haciendo ahí?
Después de
un rato, el otro jinete, un viejo de pelo blanco y rostro endurecido por
lluvias y sequías y noches durmiendo al raso, contestó sin apartar sus ojos del
camino:
- Está
esperando.
El joven
le mira, incrédulo.
- ¿El
tren? Pero entonces tal vez deberíamos decirle...
-
Probablemente él sabe.
- Pero si
supiera, entonces...
El viejo
calla. Deja que la verdad se vaya abriendo paso en la mente del otro. Sólo
cuando ya casi le han perdido de vista, cuando el hombre desconocido y la
estación abandonada apenas son un recuerdo que se va desdibujando, vuelve a
oírse su voz grave, sentenciosa.
- Hay gente que va en busca de su destino; y hay gente que espera. Y también hay gente que hace las dos cosas. Dónde, cuándo, por qué... sólo son detalles circunstanciales, insignificantes. Y ni siquiera podemos hablar de elección. Caminas durante años y un día, sin que se sepa el motivo, los pies se niegan y ya no hay alternativa. Ese hombre -su rostro lo gritaba- se cansó de caminar. Y ahora espera. Nada más.
Y sin
mirar atrás, los dos jinetes siguen cabalgando, sin apuro, como si en realidad
no fuesen a ningún lugar, como si la única realidad posible fuese el camino que
se extiende bajo los cascos de sus caballos. El silencio se ha instaurado de
nuevo entre ellos, y sobre la escena, ahora, apenas se oye el rumor de la brisa
que recorre, casi con timidez, el inabarcable páramo, rozando al pasar, de
forma leve, todo aquello que aún tiene consistencia y que algún día, pronto,
sólo será una sombra, un apunte inconcreto en los ajados libros de los hombres.
-Próxima estación.
En el recorrido del
tren literario por el Ferrocarril Provincial:
CARLOS BEGUERIE.
FUNKE.
LOS EUCALIPTOS. FRANCISCO A.
BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE. GOBERNADOR UDAONDO.
LOMA VERDE. ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.
GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO. ESTACIÓN
DOYHENARD.
ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA. D.
SÁEZ.
J. R. MORENO. EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS.
INGENIERO VILLANUEVA. ARANA.
GOBERNADOR GARCIA. LA PLATA.
*
-Siguiente estación.
En el recorrido del tren literario por el
Ferrocarril Midland:
KM. 38.
MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO. LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ. RAFAEL CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA. JUSTO
VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS. MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.
ALDO
BONZI. KM 12.
LA SALADA.
INGENIERO BUDGE.
VILLA FIORITO. VILLA CARAZA.
VILLA DIAMANTE. PUENTE ALSINA.
INTERCAMBIO MIDLAND.
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