NO HAY LUZ QUE CALLE A LA SOMBRA.
*Dibujo de Erika Kuhn.
https://obraerikakuhn.blogspot.com/
Postales en la calle*
Caminando sin destino,
encontré cuatro postales tiradas en la calle:
El faro de dos luces
de Hopper era una, un retrato de la Madre Teresa
de Calcuta dedicada a
una profesora era la segunda, la tercera era el
escritorio de Neruda
en Selva Negra, Chile y la última reproducía una
foto de pisos de
madera, una propaganda del 67 de una fábrica que la
devoró la historia.
Muy viejas y frágiles
todas. Las levanté y me senté en un banco de la
plaza 1º de Mayo, me
sentí un ángel caído.
Cerca de mí, una
viejita que parecía mi madre leía sola en el banco vecino.
Me levanté para irme y
se puso a llover.
*De Andrés
Bohoslavsky vladimirbeat@yahoo.com.ar
CASA
MÍA *
(fragmento)
*Por Irma
Verolín. irmaverolin@hotmail.com
Esta casa fue primero un pensamiento en mi
cabeza loca. Más adelante, entre la
suave dispersión de lo que transcurre, vino la realidad a sobresaltarme para
poner delante sus espejitos de colores. La mutación de las formas desvarió
dentro de un caleidoscopio, allí estuve yo, mirando. Ahora, parada sobre la
realidad, trastabillo y me desplomo porque el mundo se vacía de mundo y no hay
dónde caer.
Las horas se estancan. El tiempo tropieza
con el tiempo, perdí mi sombra al ir de una habitación a otra en esta casa. Me
perdí también en un laberinto tejido por pensamientos atravesados por hondas
circunvalaciones. Di un salto hasta caerme dentro de mí misma. La luz se
esconde, la luz no sabe que estoy despierta arañando las letras de mi nombre.
Voraz, atrapada por esta necesidad urgente, con dientes y uñas afilados, con cada
uno de mis órganos permanezco en atenta contemplación.
La casa envejece. Su vejez imita el
cansancio del tiempo, es lenta y perezosa, ya ha olvidado su propia percepción,
se revuelve entre telas mullidas y no logra dormir una noche entera. Es una vejez de momia, de amuleto
inútil. Mi deseo de ver se desviste y
termina atrapado en su propia envoltura. Esta casa y yo nos confundimos
irremediablemente en el movimiento que nos une a otra dimensión. La vejez de mi
casa imita el bostezar de una boca muy abierta sin contornos.
Los oficios fueron pasando por mi casa en
el cuerpo de hombres jóvenes. El plomero que reparaba las cañerías murió
demasiado joven, el electricista se fue a vivir lejos, el albañil que levantó
mis paredes se jubiló, el carpintero cambió de oficio.
El tiempo ha ido pasando por objetos y
seres sin benevolencia.
Aún así esta casa, muy mía, sigue en pie.
Como cuando vivía en el vientre de mi madre
y aún no conocía el peso, la gravedad del mundo, me dejo flotar a veces entre
las paredes de esta casa. Ingrávida, leve, sutil, una mujer que le regaló su
cuerpo a los vientos y ahora se ha vuelto solo transparencia. Floto, me dejo
llevar. Y la casa lo agradece.
*
-Irma
Verolín ha publicado libros de cuentos: "Hay una nena que gira", "La escalera del patio gris", “Una luz que encandila” y “Una
foto de Einstein tocando el violín”. Novelas: "El puño del tiempo", "El camino de los viajeros" y “La mujer invisible”. Y también una serie de títulos en literatura
infantil en distintas editoriales. Obtuvo diversas distinciones entre las que
se destacan Premio Emecé 1993-94, Primer Premio Municipal de la Ciudad de
Buenos Aires Eduardo Mallea, Primer Premio Internacional “Horacio Silvestre
Quiroga”, Primer Premio Nacional Macedonio Fernández, Primer Premio
Internacional de Puerto Rico, Primer Premio Internacional de Novela Mercosur.
Tres de sus novelas fueron finalistas en los premios Fortabat, La Nación de
Novela, Planeta de Argentina y Clarín.
-En poesía publicó “De madrugada” en Ediciones del Dock y “Los días”, editorial de la Fundación Victoria Ocampo, Primer
Premio Horacio Armani 2014 otorgado por la misma fundación y “Árbol de mis ancestros”, Editorial
Palabrava 2018. Algunos de sus poemas fueron traducidos al ruso, portugués e
italiano. Fue becaria del Fondo Nacional de las Artes en 1999.
-En 2021 publicó por Editorial Ciccus su
libro de cuentos:
"Fervorosas
historias de mujeres y hombres"
*
Ella camina por el jardín
como
si pisara,
suave y devota,
una tierra sagrada.
Nombra
los nombres sutiles
de las plantas,
dibuja para mí
ese mundo extraño
donde los cactus y las
crasas
son delicadas
obras de arte.
"A ésta-me dice-
la llaman
mala madre,
porque arroja
sus renuevos a la
tierra"
(una sombra dulce y
fugaz
le atraviesa la mirada
y sé que tiene el
nombre
de su hija).
"pero yo pienso
-me dice-
que es muy buena,
porque se atreve
a soltar a sus
hijos".
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
- Mariana
nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en
City Bell. Publicó: Cuadernos de la
breve ceguera (La Magdalena 2014). Jardines,
en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015) La hija del pescador (La Magdalena, 2016). Piedras
de colores (Proyecto Hybris 2018). El
orden del agua, GPU Ediciones (2019)
-Su libro MADURA, ha sido editado por Editorial Sudestada (2021)-
Coordina Microversos, talleres de exploración literaria
Piedras
secas*
En el verano suelo mojar cuando riego
las piedras del jardín que traje una vez
desde un río transparente entre las
sierras.
Por momentos parecieran aquellas mismas
que junté en otro lugar y en otro tiempo,
pero ni el agua es el agua de aquel río,
ni yo soy el mismo de aquel tiempo,
ni las piedras son aquellas; exiliadas
están, aturdidas de sonidos sin alegría;
despiertas, sin la música del silencio.
Yo suelo creer que separan el tomillo
la albahaca, el orégano, y el romero
de la gramilla invasora y agresiva,
en mi impronta utilitaria de la vida.
Pero no es razón suficiente tal destino,
ellas no sienten guardar nada de nadie.
Están secuestradas, inmóviles, perdidas,
conservando su lugar, simulando nidos
de aromas acaso se sienten en familia.
Ahora que son sólo otro adorno baladí,
algo más, de esa masa entumecida
de ser para otro y no en sí mismas.
*De Horacio
Rodio. horaciorodio@hotmail.com
*
Habíamos fabricado grandes sombreros de
papel, y de pie, las cinco delante de un espejo, cada una detenida frente a su
rostro, contemplábamos el efecto de la sombra sobre los ojos, el resplandor
distinto que la luz de la ventana adquiría en nuestros cabellos, contra el
papel de diario.
La puerta se abrió, de pronto, y una
corriente de aire los hizo vacilar sobre nuestras cabezas.
Una de mis hermanas dijo:
- “La primera que pierda su sombrero, se
morirá antes que las otras…”
Inmóviles frente al espejo, los brazos
entrelazados para no cometer ninguna trampa, jugamos a quién sería la primera
en morir.
Un miedo horrible me fue invadiendo,
lentamente. La puerta abierta dejaba entrar un aire rápido y peligroso que de
un momento a otro, podría despojarme de mi sombrero. Pensé en Irene, en Marta,
en Georgina, en Susana, en mí misma, y mientras las miraba de reojo,
sonriéndome con ellas, una muerta de veinte años se acostaba sobre el rostro de
cada una de mis hermanas; una muerta joven y perfecta, con una sola flor sobre
la almohada.
El viento agitaba los grandes triángulos de
papel, sin llegar a derribarlos.
Georgina, con los ojos absortos en alguna
visión terrible, parecida a la mía, exclamó bruscamente:
- “No me gustan estos juegos”- y,
apartándose del espejo, se sacó el sombrero y lo arrojó, apelotonado, contra el
suelo.
Durante un tiempo, la hilera de cabezas
frente al espejo me entregaba imágenes probables y tristes, rostros velados
para siempre, y me pareció que hubiese sido mejor aguardar a que el viento
señalara la muerte más próxima, para ser más dulces, más tiernas, con la
hermana que debía morir primero.
Era la segunda noche que, desde mi cama,
oía abrir la puerta que daba al jardín y los mismos pasos cautelosos que se
alejaban de mi ventana. Como si esa salida misteriosa, por la puerta más
cercana a la calle, entrañase un peligro, un mundo nuevo e ignorado en la vida
de alguna de mis hermanas, yo permanecía despierta esperando que regresaran.
Incapaz de adivinar quién era, esa noche me
propuse comprobarlo, y después de aguardar a que los pasos se perdieran en el
fondo del jardín, me levanté con la mayor cautela, y envuelta en una manta
oscura, salí al patio iluminado por la luna llena.
Los grandes paraísos de la calle Tronador
trazaban enormes senderos de penumbra sobre los muros de la casa. Avancé
agazapada, procurando que mi sombra no se alargara demasiado, hasta guarecerme
detrás de una palmera desde donde se dominaba el fondo y ambos lados de la
casa.
A pesar de que la luna me permitía seguir
los menores recodos del camino, no vislumbré a nadie en ninguna parte. Supuse
que los pasos se hubieran encaminado hacia la calle, pero comprobé que el
candado del portón se hallaba en su sitio habitual.
De pronto descubrí que una forma se movía
en la parte más clara del jardín. Apoyaba contra un árbol, envuelta en un
amplio poncho que había pertenecido a mi padre, después de mirar el cielo unos
instantes, abrió los brazos para desembarazarse de él.
Desnuda, silenciosa, inmóvil, su cuerpo se
destacó contra la porción oscura del grueso tronco. Sin un estremecimiento,
como si esperase algo, permaneció en esa actitud minutos. Cuando se inclinó
para recoger el poncho, regresé apresuradamente a mi cuarto, y ya en la cama oí
sus pasos sigilosos, la puerta que se cerraba suavemente.
A la noche siguiente, oculta tras la
palmera, la vi, de nuevo, reclinaba contra un árbol, desnuda por completo,
resplandeciente de luna. Pero no había transcurrido un minuto cuando percibí
que un hombre se acercaba, silbando, por la calle Tronador. Al llegar al límite
de nuestra verja, el silbido se detuvo. Amedrentada, estuve a punto de gritarle
que se cubriese, por más que era imposible verla desde la calle. Pero ella
también había oído, y, apresuradamente, recogió su poncho para regresar a la
casa.
Aunque demoré el sueño muchas veces, la
escena no volvió a reiterarse.
Un día que buscaba un libro en el
dormitorio de Marta, descubrí, entre sus cosas, un método para adquirir
belleza. Algunas hojas dobladas señalaban una receta que consistía en salir,
desnuda, en una noche de luna llena. Bastaba hallarse algunos minutos en
contacto completo con su luz fría, para lograr una seducción irresistible. Era
evidente que, al sumergirse tres veces consecutivas en ese baño de luna, ella
esperaba intensificar su efecto.
*De Norah
Lange.
-Fragmento de Cuadernos de Infancia. – 1937
–
Luz y
sombra*
1.
Algo se reinventa
cuando todo se apaga,
la luz es una especulación ocular,
en verdad todo es una sombra
sobre otra sombra
de
otra sombra más
2.
Como encender algo
cuando todo está encendido
las mañanas
son armas ficticias,
al igual que gritar para adentro
y afuera el silencio
imitando el gesto que sacude tu boca
3.
La luz juega con tu ilusión
para que la confundas
y no la condenes.
Las sombras en cambio
son la mirada silente
en la herida abierta
de los ojos de un niño.
4.
No hay luz que calle a la sombra
la sombra es un animal
esperando a la muerte.
*De Marcela
Lokdos.
*
Adviértase
que he comenzado a andar despacio por el
mundo
como si llevara flores en los pies
y cualquier daño
(una espina olvidada en el camino,
una piedrita)
pudiera marchitarme.
Obsérvese
que tengo un par de ojos que no saben mirar
atrás
y que se lavan
en tormentas imposibles
porque quieren mirar limpios los espejos.
Agréguese
que llevo siempre las manos ocupadas
porque hay un hueco
que sé,
nada podrá llenar.
Anótese
que a cierta edad,
se han perdido la paciencia y el pudor
y una puede ser tan frágil como quiera
porque al coraje se lo ha recorrido todo.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
Lo heroico*
Le dejo a su sobrino sus cuadernos de notas
por legado.
Le llegaron embalados en una caja y atados
con hilo de yute.
Son cuadernos comunes de hojas rayadas y
espiral que vienen con su
título en la tapa. El hombre elige abrir el
que dice “Amor”.
Son frases sueltas. Según parece muchas
eran propias, del propio saber
del tío gestado en años de andar por la
vida. Otras escuchadas.
A veces frases subrayadas con resaltador en
un recorte de diario.
Todo prolijamente anotado con su letra
cursiva grande y clara,
que le elogiaban tanto en su empleo de
revisor de cuentas.
El hombre va al final del cuaderno. Esa es
la última frase.
Tiene una aclaración:
“Me dicen en el bar que lo dijo la Rosa
Montero en un reportaje.
No es textual, la escribo con mi memoria no
tan buena…"
Lo verdaderamente heroico es querer al otro
tal cual es.
"Tal cual el otro es" -Escribe
para dar énfasis a la frase.
Luego sigue una reflexión:
“Cada vez seremos más los viejos
solitarios. Hasta que lleguemos a
estar sentados en el geriátrico mirando un
Potus. Con suerte habrá una
ventana para ver el movimiento de la calle.
Y en una mañana
cualquiera, una viejita se sentará al lado
nuestro. Nos tomara la mano.
Y será tarde para casi todo, menos para
sonreír”
*De Eduardo
Francisco Coiro.
https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar
Poema 10*
Cuando los duelos
cuando las lágrimas
cuando la inercia
cuando el vacío
cuando las sombras
cuando ya no.
Así.
*De Paula
Novoa. novoapaula8@gmail.com
*De El
año que fui homeless, (Cave Librum Editorial, 2014)
El
álbum*
Quería hacer algo por la humanidad y decidí
dedicarme a fabricar abrigos. Pero abrigar a la gente no me pareció suficiente
por lo que contraté un equipo de marketing para que desarrollara una campaña
original. Después de un año de trabajo y planificación iniciamos la promoción.
Con el primer abrigo entregamos al
comprador el "Álbum de
Esperanzas". En la compra del siguiente abrigo le regalábamos un sobre
con tres esperanzas y si era alguien muy necesitado, se le darán dos sobres de
regalo. De este modo, al ir comprando abrigos, podrán ir llenado su álbum.
Los que lo completen, podrán abrigar
esperanzas y entonces, serán felices.
*De Joan
Mateu.
*
Si la palabra fuera
precisa, si hubiera alguna verdad, si pudiéramos comprenderla, dejaría de
existir el arte. Por suerte existe el sufrimiento, nos permite transmutarlo en
belleza. Por suerte somos irreales, podemos inventar el mundo.
*De Liliana
Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com
Inventren
https://inventren.blogspot.com.ar/
FF.CC ROCA, 5.30 Hs *
- Truco! –se escucha desde los asientos de
atrás, y un coro de risas que aturden se enciende y llena el aire del vagón,
asustando a un viejo que, con la gorra baja tapándole los ojos y el diario
encima del bolso de mano que se apoya en el pecho, intentaba dormirse. El aroma
de la yerba mate mezclándose con el agua caliente, delata el comienzo d una
ronda de compañeros de trabajo o de amigos que inician el ritmo de la
madrugada.
- ¡Café, café!
- ¡Pañuelos descartables a 5 los dos
paquetes!
- ¡Caramelos mentoplus, a 10 los dos paquetes!
Y las estampitas de los ojitos negros que
piden, “lo que pueda señor”.
La ausencia del “ruidito” de la tiqueteadora
del guarda, que ya no pasa como antes, es otra de las cosas que caracterizan
las mañanas del ROCA, entre trenes cancelados y sus cambios repentinos de
anden, espera en Constitución que la madrugada se convierta en mediodía.
Los ronquidos de un noctámbulo vencido por
el sueño, que se pasó de la estación y el botón que te mira con desconfianza,
completan la escenografía de todos los días, todos los días, todos los días…
*De Horacio
Jorge Galán.
-Fuente: Entre estaciones.
La luna que. Buenos Aires 2014
Próxima estación por
antiguo ferrocarril Midland:
LIBERTAD.
-Final del recorrido
literario por el Ferrocarril Midland-
En Libertad,
la antigua sede de los talleres ferroviarios estará terminada la aventura
literaria del antiguo Midland. Desde Marinos –una estación relativamente joven-
hay un tren real –el Belgrano Sur- que puede recorrerse hasta Aldo Bonzi en el
tramo original del Midland para continuar por las vías que fueron alguna vez
del Compañía General Buenos Aires hasta la estación Sáenz.
Queda renovada la invitación a participar
en las últimas estaciones del Midland. Que la utopía del tren literario no se
detenga y haya fuerza demencial literaria para seguir adelante con el extenso recorrido
del Provincial. El cierre del Midland se acompañará en sucesivas ediciones con
escritos de los amigos que han participado en esta hermosa aventura.
InventivaSocial
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escritura
-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco
Coiro.
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