UNA MARCA DE ALAMBRE DE PÚA EN LA OSCURIDAD
*Foto de Noelia Ceballos.
https://www.instagram.com/noe_ce_arte/
Helénica Sed*
Fundida en la cal
de una isla blanca,
sueño.
Dame esa toga mediterránea
y ataré mi cabellera húmeda
a los pliegues del horizonte,
pido.
Que tu espuma es una joya
entre la arena y la piedra,
digo.
Una hebra de sal
roza mis hombros con timidez,
siento.
Mi cuerpo se hace líquido
y se transforma,
llego.
Sueño, pido, digo, siento, llego.
*De Marcela
Lokdos.
*
Es curioso
lo poco que se sabe
de la gente que se ama.
Entre dos
que se quieren
se construyen puentes,
pero siempre hay pasadizos,
túneles donde se esconde la memoria,
bosques
de oscura fronda y lobos sueltos.
Qué poco sabemos
de ese otro,
y sin embargo
siempre
parece suficiente.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
- Mariana
nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en
City Bell. Publicó: Cuadernos de la
breve ceguera (La Magdalena 2014). Jardines,
en coautoría con Raúl Feroglio (El
Mensú, 2015) La hija del pescador
(La Magdalena, 2016). Piedras de colores (Proyecto Hybris
2018). El orden del agua, GPU
Ediciones (2019)
-Su libro MADURA, ha sido editado por Editorial Sudestada (2021)-
-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria
CUANDO NO TE
PERTENEZCA*
Me pregunto cuánto durará tu amor, qué
parte de mí es la amada.
Si es a mí a quien deseas o es a esta mujer
que está a tu lado, que parece lo mismo pero no es igual. Alejada ya de un
hombre, me ocurre seguir preguntándome por su salud, por sus achaques, por sus
afectos y su transitar por las aceras. Alejada ya definitiva, irrevocablemente,
me ha ocurrido recordarlo con ternura, sonreírme en el colectivo, desearle en
silencio y desde lejos un feliz cumpleaños, si necesitamos un ejemplo.
No soy afecta a recontar defectos, a caer
en críticas de acero y piel desgarrada.
Me ocurre rememorar sin ira y con aprecio,
me ocurre sentirme unida por un pasado común a ese ser que ya es un extraño, y
que ya hizo que los días y las noches me fueran borrando de sus sábanas y del
olor en los cabellos.
Y me ha ocurrido golpe tras golpe escuchar
que la otra mujer, la mujer de antes de mi pareja ya no existe, no significa
nada, es un fantasma, un cadáver amortajado en el extranjero. Es la madre de
mis hijos dirá, es aquella con la que cometí el error de casarme, lo que sea,
pero nada, nada de nada, ni un aleteo sutil de sentimiento, ni una rosa en el
libro, ni una cajita de fósforos escondida en un cajón. Ni una sonrisa, por
dios, para quien debe de haber reído, charlado, hecho el amor en un lejano
tiempo de felicidad.
Yo no nací hoy ni me han parido ayer y sin
historia. Los hombres que fueron parte de mi vida fueron queridos, y no reniego
tan pronto ni tan levemente de los afectos. Quizás porque tomo tan en peso y
profundidad la palabra amor es que me sea tan difícil pronunciarla. Pero yo los
he amado a todos, y a todos los sigo queriendo.
No me mueve el que este hombre sea mío, que
sea hoy mi pareja, novio, esposo, lo que sea pero mío. Lo quiero porque lo
quiero, porque lo encuentro bueno, noble, propicio para la querencia. Puedo
quererlo sin posesión e inclusive desde el abismo de las décadas o los
kilómetros. Que no haya ni pueda haber un futuro compartido no quita la ternura
ni la calidez de una caricia lejana.
Cuando me dicen que me aman, y cuando me lo
dicen ahora mientras cocino, o escribo, o recorto una cartulina azul. Cuando me
dicen que me aman, me pregunto cuánto durará este amor, cuán larga es su
sombra, hasta adónde abarca. Me pregunto, mi amor, si tu cariño tiene una
correa como esos perrillos volubles, que tan pronto saltan al amigo que llega,
como le dan la espalda y son todo fiestas para el nuevo visitante.
Sin necesidad de que la estatua de
alabastro sea de mi propiedad puedo disfrutar su belleza, sin que la magnolia
presida mi jardín puedo admirar sus flores de gigante, sin que estés a mi lado
puedo valorarte. Y no te negaré cuando la noche caiga, ni cuando el gallo cante
hasta la tercera vez.
*De Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
*
Que gesto cuelga de tu
manga
cuando la noche arrasa
como ráfagas de
vestidos negros
Y una vez más
la lámpara guiña esa
complicidad
que da la luz a un
niño
cuando teme ser
el único despierto
en este mundo.
Que ocultas bajo tu
almohada
sino una cara de puta
por si la noche
te deja a solas y desordenada
entre tus propios
huesos
y tu aliento y tu
pastilla
al pie de aquella
lámpara
que apenas duerme,
por si acaso el mundo
es tan solo un niño
que tiembla.
*De Marcela
Lokdos.
Los perros de
la luna*
*Por Miriam
Cairo. cairo367@yahoo.com.ar
Ahora vamos por el otro camino. Dale,
vamos; ¿así que vos me soñaste? Sí, te soñé porque no le tengo miedo a nada. Yo
sí tuve un poco de miedo. Yo también. Yo no, y soñé que vos venías para este
lado. ¿Querés que vaya? Sí, vení. ¿Querés ir mi vida? Sí, tengo ganas. Andá,
entonces, que yo miro por el espejo retrovisor.
Ahora se trata de dejar la cartera y el
estado civil en el asiento de adelante y pasar para atrás las piernas, las
manos, la cabeza, la lengua, la cintura y todos los otros dispositivos humanos,
se trata de pasar la conversación apuntillada y el viento que entra por la
ventanilla en esta noche, ¿de agosto? Sí, de agosto. Pasan también la síntesis,
los incidentes ínfimos, los gestos tenues, el instinto gregario. Quedan en la
guantera los chicles de menta y el puñal para la defensa propia, en caso de
que, en el asiento de atrás, el desconocido del sueño se convierta en
pesadilla.
¿Qué dirán los que nos miran? Nada porque
miran pero no ven. A nadie se le ocurre que este sueño pueda pasearse en auto y
rampar la noche como un lobizón comiéndose una blanca rana desnuda. Pocos entienden
el dialecto de los sueños.
Ahora se trata de la llave de oro que abre
la dimensión coral de la ocurrencia. Es natural que te quites esto, porque
después de todo sos mi sueño, y sueño que te sacás esto para que yo pueda verte
y tocarte esa dicha constelada. Estaba pensando en la agilidad onírica: de no
haber sido yo, habría sido otra. Y de no haber sido vos, yo habría sido otro. Y
de no haber sido ustedes, yo habría sido otro. Me confundís. Porque es mi sueño
y no el tuyo. Claro, mi vida, es el sueño de él.
Ese perro quiere subir. Que suba. Que sube.
No es un perro de verdad, no puede subir. Que es mi sueño y el perro sube. Que
suba el perro de su sueño. Que es mi auto y el perro sube. Dámelo. Este perro
que no existe qué hace. Me obedece. ¿Sigo derecho o doblo? Seguí, seguí, hasta
el fondo. ¿Después qué hago? Bajás el perro y doblás a la izquierda.
Ahora se trata de que las mantas con alas
van desnudando el frío, y las nubes se van tirando flores, y las estrellas allá
arriba no tienen forma, y saco de este sueño el pie desnudo y lo meto en tu
boca. ¿Qué llevás en los pies?, parece un regimiento de dragones. Parece una
flecha rosada. En mi sueño son dragones. En mi boca, una flecha rosada. Es mi
pie una lanza que traspasa las fronteras. Tu pie es una lanza; preguntame por
dónde voy, amor. ¿Por dónde vas, amor? Por las lindes de la luna.
Ahora se trata de que la noche se pone a
brillar en tus ojos que me miran por el espejo retrovisor; no sueltes las manos
del volante, amor. Por supuesto, ¿estás bien mi cielo? Sí, mi vida. Ahora te
llevo por los montes de Saturno y sigo viaje. Parece que sí. Yo estoy segura.
¿Es de día? Es de noche. En la luna siempre es de noche, amor. Y el perro no
terminó de comer su comida. Sigo yo. Dale, seguí vos.
Mi amor, esta caja que tengo en el pecho
respira y me duele todo. ¿Es lindo ese dolor, mi vida? Lindo como los pliegues
de tus ojos que me miran por el espejo retrovisor. Él me dijo que te iba a hacer
eso. Sí, sí, conversábamos de sueño a sueño y él también me dijo que vos podías
hacer esto. Cosas que a una se la han dado, como la varicela o las cosquillas.
Sí, sí, a mí se me ha dado por el sueño, el
fútbol, la tos convulsa y los ladridos de perro en la luna; hoy por ejemplo fue
un día apoteótico: soñé que ustedes venían en auto, que vos te pasabas del
asiento de adelante al asiento de atrás, y que metías un pie desnudo en mi
sueño y otro pie desnudo en la boca de él, y que la gente de los otros autos
miraba sin entender nada, y que hacíamos subir al perro de la luna, y que el
perro me obedecía, me obedecía hasta más no poder; después me dio un ataque
soberano de tos y escupí lirio tras lirio. Mi lirio. Tu lirio, amor, tu lirio.
Mi lirio de Saturno. Sí, el lirio de ella, que antes no lo conocía pero ahora
es igual a como yo lo escupía; y empecé a gambetear pelotas inmensas, planetas
inmensos, del tamaño de una pelota que era del tamaño de Saturno por todo el
césped del universo.
Ahora se trata de que este sueño se puede
recorrer de punta a punta. Sí, se puede ir y venir, de punta a punta. Y además
hay un jardín. Y una caverna. Y un cerezo de Japón y lirios de la luna. Y un
perro de Saturno. Hay una melodía que plantó John Coltrane y un océano que abriste con el dedo y un fuego que me
enciende desde tus ojos.
Otra vez tengo un pie en tu sueño y otro
pie en tu boca. Otra vez tiene un pie en mi sueño y otro pie en tu boca. Otra
vez tenés un pie en su sueño y otro pie en mi boca. Me pregunto hasta qué punto
un perro callejero puede ser un perro de la luna. Qué hermosa pregunta, mi
amor. Qué poca atención les prestamos a los perros que bajan de la luna. Sí,
qué poca, siendo tan blanca y tan bella, mi amor.
*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-50921-2015-09-05.html
*
Es necesario escribir
un poema
para esos días
en que quiero cerrar
la puerta,
acorazarme,
hacer una catástrofe
en la casa
y hundirme en el mar.
Subirme
a una balsa que me
arrastre
hacia el final de
todos los océanos,
lejos de la humanidad.
Beber cicuta o un té
de menta.
Cortarme el pelo como
un monje tibetano
y recitar a Keats
hasta llorar o hasta
dormirme,
y te atrevas a abrir
la puerta
y me rescates
de mí.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
- Mariana
nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en
City Bell. Publicó: Cuadernos de la
breve ceguera (La Magdalena 2014). Jardines,
en coautoría con Raúl Feroglio (El
Mensú, 2015) La hija del pescador
(La Magdalena, 2016). Piedras de colores (Proyecto Hybris
2018). El orden del agua, GPU
Ediciones (2019)
-Su libro MADURA, ha sido editado por Editorial Sudestada (2021)-
-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria
SUS OJOS*
No había nada detrás de sus ojos
sólo un mar sin movimiento
un mar
de aguas oscuras
con peces nadando en cámara lenta
y sirenas desmenuzadas
en un fondo sin fondo
entre montañas hundidas
que alguna vez fueron
remotamente
animales que el tiempo extinguió.
Sus ojos
a pesar de todo
buscan
en mí
otro mar
parecido y distante
para acariciarlo con su mirada.
*De Irma Verolín. irmaverolin@hotmail.com
-De “LOS
DÍAS”
Primer Premio Concurso de Poesía “Horacio
Armani”
Fundación Victoria Ocampo 2014
-Irma
Verolín ha publicado libros de cuentos: "Hay
una nena que gira", "La
escalera del patio gris", “Una
luz que encandila” y “Una foto de
Einstein tocando el violín”.
Novelas: "El puño del tiempo", "El
camino de los viajeros" y “La
mujer invisible”. Y también una serie de títulos en literatura infantil en
distintas editoriales. Obtuvo diversas distinciones entre las que se destacan
Premio Emecé 1993-94, Primer Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires
Eduardo Mallea, Primer Premio Internacional “Horacio Silvestre Quiroga”, Primer
Premio Nacional Macedonio Fernández, Primer Premio Internacional de Puerto
Rico, Primer Premio Internacional de Novela Mercosur. Tres de sus novelas
fueron finalistas en los premios Fortabat, La Nación de Novela, Planeta de
Argentina y Clarín.
-En poesía publicó “De madrugada” en Ediciones del Dock y “Los días”, editorial de la Fundación Victoria Ocampo, Primer
Premio Horacio Armani 2014 otorgado por la misma fundación y “Árbol de mis ancestros”, Editorial
Palabrava 2018. Algunos de sus poemas fueron traducidos al ruso, portugués e
italiano. Fue becaria del Fondo Nacional de las Artes en 1999.
-En 2021 publicó por Editorial Ciccus su
libro de cuentos:
"Fervorosas
historias de mujeres y hombres"
*
Qué golpe de suerte,
la suerte.
No digo del azar,
sino el camino
caminado,
el arribo por lo
andado,
la llegada después del
recorrido,
el destino de los
pasos.
Qué golpe de suerte,
la suerte.
Yo, que me creía
golpeada
que la vida y los
océanos
que la sed del agua,
que un vaso y otro más
para vaciar el mar
y llevar mis pies
hasta la otra orilla.
No digo del azar,
no hablo de eso.
Soy todo lo que sucede
porque todo soy:
Mi golpe de suerte, la
suerte.
*De Marcela
Lokdos.
Hasta Luego*
La abuela se moría. Había entrado al
sanatorio y sabíamos que de allí su única salida sería hacia la sala de
velatorios. Estábamos tristes pero era muy anciana, el cuerpito abultaba ya lo
que una niña pequeña debajo de las sábanas, la vida se le había dado con
generosidad y la partida era dolorosa pero no trágica. Cosas que deben suceder,
aceptábamos su pronto fallecimiento con esa facilidad que da la vejez, cuando
esa vejez que justifica la resignación es de otro.
De las sábanas blancas asomaba la cara arrugada,
unas manos pura vena azul y huesos frágiles. Cuando la ayudaba a incorporarse
en el lecho, era tan leve. Molestaba el olor a comida hervida y el cloro de los
pasillos, pero no parecía mal lugar para dejarse resbalar en la muerte.
Estábamos todos, turnándonos para acompañarla, secretamente aliviados cada vez
que finalizaban las horas estipuladas y no nos había tocado el momento aciago.
Yo, cada vez que sorteaba la puerta, sentía
que había tenido la gracia de no ser quien recibiera el dudoso don de anotar la
última imagen de vida y la primera de muerte.
Sabíamos que a lo sumo serían dos o tres
días. No había retorno, y ella también lo sabía pero lo callaba para no
apenarnos. Le comentábamos el cumpleaños del Juanchi, matizábamos la espera de
lo inevitable narrando nimiedades y evitando alusiones al futuro.
Parece que si uno está enfermo de cáncer es
algo superfluo enfermarse de otra cosa, resfrío por ejemplo. Nos han enseñado
en la literatura que si una mujer sufre por su amado no puede justo en ese momento
apretarse el dedo con la puerta. No es elegante, enturbia el relato.
Sin embargo la vida esquiva las sutilezas
narrativas, y estábamos de duelo prefigurado por la abuela cuando ocurrió la
muerte súbita de mi padre.
Víctima de un ataque cardíaco, mi papá,
único hijo, debió ser velado antes que su madre. Eso no debía ser, no casa en
la línea histórica que la madre sobreviva a su hijo, y que las muertes
contiguas no guarden la lógica acostumbrada.
La familia se dividió entre el sanatorio y
el cementerio, la abuela seguía con su tranquila agonía en la sala siete,
maquillamos las lágrimas para que no tuviese que llorar al hijo. No le dijimos
nada.
Con ingenuas poses actorales continuamos la
farsa de lo cotidiano, esperando el final para poder entregarnos a los duelos.
No fue fácil.
La ancianita se consumía, se apagaba
modestamente. Le habíamos evitado sufrimiento, y eso nos tranquilizaba.
La mañana del último día mi madre entró a
la habitación. Llevaba un camisón recién planchado, una botella de gaseosa,
pilas para la radio que acompañaba el tiempo sobre la mesa de luz, una sonrisa
impostada cubriendo su recién estrenada y todavía no asumida viudez. Esa noche
había llovido, lo recuerdo, y sus zapatos hacían un ruido que sobre las
baldosas imitaba el de las zapatillas de básquet en el piso de madera de una
cancha.
Yo había velado el sueño de la abuela en
una silla incómoda, había dormido mal, estaba un poco somnolienta y levanté la
cabeza precisamente por el sonido deportivo de mamá. Me acuerdo. La abuela
también abrió los ojos y habló con su vocecita temblorosa.
"¿Por qué no me
dijiste que se murió el Cacho?" -preguntó.
Mamá se suspendió allí en el vano y me miró
como retándome con los ojos; yo hice el gesto de que no, que yo no le había
dicho nada.
"¿Por qué no me
dijiste que se murió el Cacho?" -había preguntado.
Como no hubo respuesta agregó "esta noche vino el Cachito y me dijo
viejita, la espero arriba".
Qué lástima haber estado dormida, me
hubiese gustado despedirme de papá.
*De Mónica
Russomanno russomannomonica@hotmail.com
*
La escritura es una marca de alambre de púa en la oscuridad, que así
lastimada, produce una extraña
clase de luz.
*De Liliana
Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com
Inventren
https://inventren.blogspot.com.ar/
SATURNO Y LA
EXTINCIÓN*
Voy a Saturno. No es una broma. Me voy a
Saturno. Me espera una estación sin proporciones, esto es, un edificio pequeño,
flaco, como un cuzquito que se ha quedado en una adolescencia de adulto sin
madurar. Una estación de tren en Saturno, sin anillos, sin estrellas
fulgurantes, sin cometas cíclicos. Una estación baldía unos rieles sin paralelismo,
un horizonte desvaído.
(Si, recuerdo mientras
tanto la estatua, cómo no recordar mientras tanto esa estatua)
Me voy a Saturno, en tren. Ya no existe el
tren, pero me voy en el tren a Saturno, un tren de vapores blancos, de
traqueteo cinematográfico. Una estación de polvo y yuyo que huele a sequía y a
deshoras muertas.
Hoy me voy a Saturno mirando por
ventanillas sucias, en un asiento de madera, sin valijas.
(La estatua de mármol,
los niños, el hombre tensionado, los músculos retorcidos, el grito, los
chillidos, el intenso chirrido de la piedra)
Sé que me espera el edificio y que nadie ha
puesto en hora el reloj.
Arribo. Saturno sigue devorando a sus
hijos.
(Me devora el Dios, me
devora el coloso a mí y a mis hermanos, o acaso soy yo quien devoro a mis
hijos, quizás no importa quién mate y quién muera en medio de tanto dolor
pétreo)
Llego a Saturno. No queda nada. Nadie.
Todo, hasta el pasado muere aquí. Hay un grito en el cielo.
*De Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
Próxima estación por
antiguo ferrocarril Midland:
LIBERTAD.
-Final del recorrido
literario por el Ferrocarril Midland-
En Libertad,
la antigua sede de los talleres ferroviarios estará terminada la aventura
literaria del antiguo Midland. Desde Marinos –una estación relativamente joven-
hay un tren real –el Belgrano Sur- que puede recorrerse hasta Aldo Bonzi en el
tramo original del Midland para continuar por las vías que fueron alguna vez
del Compañía General Buenos Aires hasta la estación Sáenz.
Queda renovada la invitación a participar
en la última estación del Midland literario. Que la utopía del tren literario
no se detenga y haya fuerza demencial literaria para seguir adelante con el
extenso recorrido del Provincial.
InventivaSocial
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escritura
-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.
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